La semana pasada analizábamos los efectos que en diferentes ámbitos tiene un dólar que se ha abaratado más allá de cualquier expectativa.
Lo subrayo, porque ya hay algunos que han empezado a decir que no descartaban un dólar a menos de 18 pesos. ¡Pamplinas!
Desconfíe de quien se lo diga.
Los más optimistas pensaban que este año tendríamos un tipo de cambio cercano a los 20 pesos o a lo sumo, un poco menos.
Pero, le sigo refiriendo la contrastante historia de los que ganan y los que pierden con una cotización tan inesperada.
1.- Los que anticipaban una hecatombe.
Hoy ya mejor no lo dicen, pero había bastantes analistas y políticos que aseguraban que sus muy altos contactos en Nueva York y Zurich, o entre los más ricos del país, les anticipaban que no consideraban que este gobierno pudiera llegar a su quinto año sin detonar una crisis financiera de grandes proporciones, que estaría acompañada de una devaluación.
Muchos de ellos recomendaron tomar grandes cantidades de dólares, que compraron cuando el tipo de cambio estaba en cerca de 20 pesos. Era un seguro ante la crisis que presuntamente vendría.
Se trataba de un gobierno populista y autoritario que iba a tratar de quedarse en el poder a toda costa e iba a intervenir en el Banco Central o a gastar lo que fuera necesario para obtener respaldo de los más pobres.
Hoy todavía muchos insisten en que el peso fuerte es una fantasía y que tendremos pronto una gran devaluación.
Por lo pronto, quienes así ven las cosas, forman parte de los perdedores.
Pueden no serlo en el futuro. Hoy lo son.
2.- Los grandes exportadores.
En la columna pasada en la que abordamos este tema, me referí a los exportadores como los perdedores del dólar barato.
Déjeme comentarle que hay de exportadores a exportadores. Hay una parte importante de nuestro sector manufacturero más exitoso que a su vez forma parte de los grandes importadores.
El impacto del dólar barato en este segmento no es tan importante porque la pérdida de ingresos en sus exportaciones por un dólar barato se compensa, por lo menos parcialmente, por el ahorro en sus compras al exterior.
No es así en un segmento que paga en pesos y cobra en dólares. Como le comentaba, hay una parte del sector agropecuario que está en esa condición.
Pero creo que, a diferencia de otros tiempos, la dinámica exportadora fundamental no dependerá en lo esencial del tipo de cambio sino del ritmo de la economía de Estados Unidos.
3.- La falacia presidencial.
No hay duda de que uno de los grandes ganadores del dólar barato es Andrés Manuel López Obrador. Desde su primer día de gobierno le quedó claro que un peso fuerte iba a ser signo de éxito económico para la mayoría de los votantes.
A AMLO no le importan ni los analistas ni los empresarios. Su voto en todo el país vale tanto como una sola colonia popular de las miles que hay en México.
Pero, puede equivocarse si percibe que con el peso fuerte ya tiene ganada la voluntad de la mayoría.
El problema es que si la canasta básica, o al menos algunos de sus productos esenciales, se han disparado, a un amplio segmento de la población ya no le importa que el peso está fuerte si con su ingreso ya no le alcanza.
4.- Los jóvenes que ya no se acuerdan de las devaluaciones.
La más reciente devaluación traumática ocurrió en los últimos meses de 2008, cuando se detonó una crisis financiera global. Fue hace poco más de 14 años.
La última que se produjo por factores domésticos se presentó en 1994. Hace ya 29 años.
Hay toda una generación que no vivió esos eventos, por lo que el fantasma de la devaluación ya no los asusta.
Para mucha gente, un peso fuerte no genera ni preocupación ni percepción de riesgo.
Los eventos asociados a una depreciación mayúscula de nuestra moneda solo los conocen por la historia o por lo que sus mayores les han contado.
Cierro este análisis comentando que fallaron los que anticipaban desde hace años una devaluación inminente, pero también pueden fallar los que piensan que el dólar barato es una realidad que no puede cambiar.
Seguiremos comentando del tema.