Ayer, el presidente Andrés Manuel López Obrador señaló que en caso de que el grupo empresarial que encabezan Germán Larrea y Grupo México, desistiera de adquirir el control de Banamex, pudiera haber una asociación público privada, que ofreciera adquirir el control del banco.
Claramente, Larrea y su grupo no han desistido oficialmente de la adquisición de Banamex.
Siguen en la puja. Pero ha resultado visible que el valor de capitalización del grupo empresarial ha caído más de 50 mil millones de pesos.
No sabemos cuál sea el resultado del proceso. Es muy complejo e incierto y muchos grupos se han quedado en el camino. No sería sorprendente que también lo hiciera Grupo México y ni siquiera sabemos cuál es la circunstancia actual del proceso.
En medio de este ambiente y después de la “toma temporal” de las vías férreas de Ferrosur, filial de Grupo México, ha surgido la duda respecto al entusiasmo con el que seguirá el proceso de compra de Banamex.
En ese contexto, al ser inquirido ayer el presidente López Obrador, habló de la posibilidad de que, si se retirara del proceso de venta Grupo México, se configurara uno nuevo con la participación del Estado.
AMLO hizo cuenta de los impuestos que, en sus cuentas, debía pagar Citigroup, y que llegarían a poco más de 2 mil millones de dólares.
Para llegar a la cifra que hoy ofrece el grupo empresarial de Larrea faltarían 5 mil millones de dólares, los que supone que podrían conseguirse a través de aportaciones del Estado y de grupos privados.
Este esquema inevitablemente evoca los tiempos en los que se hablaba de la “economía mixta” como la gran fórmula mexicana.
No solo había poderosas empresas del Estado, como las del sector de la energía o los ferrocarriles, sino que en la década de los 70, el propio gobierno se fue quedando con muchas otras entidades.
Iban desde una constructora de carros de ferrocarril, en Ciudad Sahagún, Hidalgo; una gran siderúrgica, como era la de Las Truchas en Michoacán; las grandes aerolíneas en diversos momentos, hasta productoras de bicicletas, hoteles e incluso restaurantes y centros nocturnos.
Desde el sexenio de Miguel de la Madrid comenzó un proceso de venta en el que el gobierno fue deshaciéndose de centenas de empresas irrelevantes, hasta otras de gran escala.
Sin embargo, por décadas, desde el desarrollo estabilizador hasta los tiempos de Echeverría y López Portillo, se ponderó ampliamente la llamada ‘economía mixta’ en la que el Estado no solo definía las grandes líneas del crecimiento económico, sino que era propietario de numerosas empresas de todo tipo.
Con la sugerencia hecha ayer por el presidente López Obrador, solo se extiende el alcance de este esquema a los bancos comerciales.
Si ya vamos a tener una aerolínea comercial del Estado operada por el Ejército, ¿por qué no tendríamos un banco comercial de gran escala también controlado por el gobierno?
Si estas consideraciones lo llevan a usted a la década de los 80 en nuestro país, no está equivocado.
Eran tiempos de los Ferrocarriles Nacionales de México, como añorado monopolio de este tipo de transporte. Y tras 1982, teníamos a todo el sistema bancario también en manos gubernamentales.
Hay quien dice que no debemos asustarnos por el impulso de AMLO a darle al Estado una mayor participación en la economía, que eso pasa en países desarrollados e incluso ocurrió en los años del llamado neoliberalismo.
El contexto es muy diferente.
Hoy tenemos un gobierno que quisiera transformar el aparato del Estado para devolverle el control de la economía.
Si fuéramos Singapur, Noruega o Dinamarca, otra sería la historia.
Pero, el Estado que hoy tenemos está lejos de los criterios de eficiencia, honestidad y modernidad de esas naciones.
Su criterio está basado en el uso de los activos para generar clientelas políticas.
Más bien vemos el retorno de los tiempos, aparentemente extinguidos del echeverrismo o lopezportillismo.
Y con la ventaja de la retrospectiva, cuesta mucho trabajo decir que esas épocas fueron buenos tiempos para México.
Aunque quizá no todos piensan igual. Pareciera que el gobierno actual añora esas épocas.
Pues allí vamos, con su ‘economía mixta’ viento en popa.
No importa que encallemos pronto, habrá sido a nombre de la patria.
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