Era un 11 de enero del año 2022 y Citigroup sorprendió al medio financiero mexicano anunciando su intención de vender su unidad de banca minorista en México, Banamex.
Jane Fraser, la CEO de Citi, explicó que en realidad se trataba de concluir la secuencia de ventas de este tipo de filiales, que ya se había hecho en muy diversos lugares del mundo.
Se sabía que el proceso iba a ser complejo, pero en ese entonces no se dudaba que tuviera un desenlace exitoso debido a la gran marca del banco.
Ayer, a la apertura de los mercados, 16 meses y 13 días después, se anunció que Citi ya no buscaría la venta directa sino solo una o varias colocaciones en los mercados accionarios, probablemente a partir de 2025.
Es decir, ya no habría traslado de la propiedad sino la colocación en Bolsa de una parte o de varias partes del grupo financiero.
¿Cómo fue posible que se arruinara la venta de un activo tan atractivo como Banamex? ¿De quién fue la responsabilidad?
Creo que la responsabilidad es, tanto del gobierno mexicano como de Citigroup.
Aquí van algunas de las consideraciones.
1.- No vender el banco completo sino solo una parte de éste.
Si de por sí, vender un banco completo del tamaño de Banamex es complejo, vender solo la parte de la banca de consumo y empresarial, y quedarse con la llamada banca institucional, es decir, la orientada a los grandes clientes, lo hace todavía más complicado y lento. Esto fue responsabilidad específica de Citi.
2.- Sacar de la jugada a los bancos internacionales estableciendo que se autorizaría la operación solo si el control del banco quedaba en manos de mexicanos.
Ello excluyó a varios postores importantes, que eventualmente consideraron realizar la adquisición, como, por ejemplo, Santander, una institución con cuya presidenta, Ana Botín, el presidente López Obrador tiene una excelente relación. Esto fue una responsabilidad del gobierno.
3.- Atar las manos de los posibles compradores para impedir el despido de personal.
Prácticamente no hay una fusión bancaria en el mundo que no tenga que pasar por el ajuste de personal. Vaya, esto ni siquiera se limita a la banca, sino casi a cualquier fusión. Con ello se eliminó la posibilidad de ser adquirido por instituciones mexicanas, como Banorte, por la redundancia de sucursales que tendría. Otra responsabilidad del gobierno.
El condicionamiento de la permanencia en México del patrimonio cultural del banco, por cierto, no fue problema. En realidad, ninguno de los postores que avanzaron tuvieron objeciones para cumplir con esta condición.
4.- Anunciar que se vendería una parte directamente y otra parte a través del mercado de valores.
Si ya de por sí era complejo vender solo una parte del banco y quedarse con la otra, establecer un esquema en el cual, de la parte vendida, Citi se reservaría un porcentaje para colocarlo en el futuro en el mercado accionario, hizo muy complicado el esquema. Esto fue responsabilidad de Citi.
5.- Alargar el proceso para la venta del banco en medio de una situación financiera turbulenta.
Tal vez si en estos 16 meses hubiéramos tenido estabilidad y una buena perspectiva económica, no hubiese importado la tardanza del proceso. Pero el alza de las tasas de interés por parte de las autoridades monetarias en el mundo generó un entorno adverso para la actividad financiera global, que generó estrés y condujo a la quiebra de algunas instituciones, siendo el peor momento para vender. Esto también le corresponde a Citi y un poco a la mala fortuna.
6.- Quedar en la parte final con un solo comprador cuyo grupo empresarial estaba en conflicto con el gobierno.
En medio de todas las dificultades y complejidades, hasta hace un par de semanas parecía que, pese a todo, se llegaría a concretar la venta del banco al grupo encabezado por Germán Larrea. El problema es que se trató de un grupo empresarial que entró en conflicto con el gobierno, lo que se expresó de modo crítico en la toma de las vías propiedad de Grupo México. Eso acabó de descarrilar el proceso. Se diga lo que se diga.
¿Y entonces lo comprará el gobierno?
No veo cómo. La decisión de Citi no parece tener reversa. Si el gobierno hubiera querido convertirse en tirador se hubiera anotado desde hace meses.
La administración de Citi difícilmente va a aceptar un esquema de última hora en el que sería el gobierno el que, como comprador, tuviera la sartén por el mango.
Creo que todo será una fantasía más del presidente López Obrador, salvo que amenace a Citi y lo obligue a venderlo al gobierno.
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