Coordenadas

Golpe de Estado’ ¿de la Corte o contra la Corte?

No es la primera vez que el presidente López Obrador hace acusaciones contra la Suprema Corte, pero el tono ha ido escalando.

El enfrentamiento del Ejecutivo con la Corte está llegando a niveles peligrosos para el país.

El señalamiento de que la Corte quiere dar un “golpe de Estado técnico” al tomar resoluciones que impiden al Ejecutivo realizar obras públicas y neutralizar de esta manera su poder, como dijo AMLO ayer en la mañanera, implica una acusación muy grave pues si el juicio del presidente es que la cabeza de uno de los poderes de la República, la Suprema Corte, intenta dar un ‘golpe de Estado’, lo que puede seguir es buscar neutralizarlo por la fuerza.

No es algo que sea una mera hipótesis.

La presión se ha hecho manifiesta con el plantón frente a la Corte, y previamente con la concentración encabezada por el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, quien llevó ataúdes con la imagen de la presidenta de la Corte, la ministra Norma Piña, acto que fue respaldado por el presidente López Obrador.

No es la primera vez que el presidente hace acusaciones a la Corte, pero el tono ha ido escalando.

El pasado 9 de mayo escribimos lo siguiente en este espacio:

“Hasta ahora las críticas a la Corte reforzaron el ‘espíritu de cuerpo’ de ésta, por lo que resultaron incluso contraproducentes.

Si no funcionó esa estrategia, tenga por seguro que ahora vendrán los ataques personales.

Buscarán las presuntas debilidades de cada ministro y tratarán de hacer campañas para desacreditar.

Apueste usted a que van a aparecer acusaciones respecto a presuntos conflictos de interés o a críticas a su pasado.

Van a pretender ‘ablandar’ a algunos de ellos con la amenaza de llegar al terreno judicial, con el objeto de que cambien sus criterios, pues hay muchas resoluciones pendientes”.

La defensa de la Corte, sin embargo, no debe confundirse con el ataque físico a quienes sostenían el plantón.

Quienes lo hicieron el domingo abonaron al discurso polarizante de Morena y AMLO.

Algunos de los que piensan que hay que confrontar al gobierno le pueden dar a AMLO todos los argumentos para que en su radicalización pase del discurso al hecho.

Las encuestas y la rendición de cuentas

Hay una expresión que se ha convertido en lugar común cuando se habla de encuestas preelectorales: la única encuesta que vale es la del día de la elección.

Como otras expresiones que a veces se popularizan, es una soberana tontería.

Lo que sucede el día de la elección es una votación.

Lo que hacen las encuestas de intención de voto es realizar ejercicios probabilísticos a través de un muestreo que, por definición, tiene un margen de error.

La elección no es ninguna encuesta.

Cuando en una elección, la encuesta prelectoral arroja resultados muy cerrados, el margen de error puede hacer imposible anticipar un ganador.

Cuando el margen es amplio a favor de alguno o alguna de los contendientes, el tema solo es el margen del triunfo.

¿Quiere decir lo anterior que una encuesta como la publicada para el Estado de México el día de ayer en El Financiero anticipa con entera seguridad el triunfo de Delfina Gómez?

No. Pero sí indica que es lo más probable.

Las encuestas miden la intención de voto en un determinado momento, no en la fecha de la elección, pues legalmente no se pueden publicar después de mañana a las 12 de la noche.

Si hubiera en el entorno hechos que cambiaran la percepción ciudadana de manera significativa, el resultado podría ser diferente al anticipado.

Otro factor que puede mover el resultado es que la votación sea mucho menor o mucho mayor que la estimada por la encuesta.

Al encuestar, se entrevista a un grupo representativo de la población. Pero, si por cualquier razón, un segmento de la población decide no votar (sea un segmento territorial o demográfico), el resultado podría ser diferente.

El caso más conocido es el del Brexit. Los jóvenes partidarios de mantenerse en la Unión Europea no salieron a votar, lo que condujo a un resultado diferente al que las encuestas anticipaban.

En suma, con todas sus limitaciones, las encuestas preelectorales serias siguen siendo un instrumento útil para observar la política mexicana, aunque disgusten a quienes quisieran que los resultados de ellas fueran diferentes.

Las encuestas publicadas van a poder valorarse en función del resultado, lo que genera el incentivo de hacer el mejor trabajo posible.

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