Si alguien entiende de política en México es el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Muy pocos dudarían que el diseño de todo el esquema para seleccionar al candidato de Morena a la presidencia de la República lo hizo él.
De hecho, el texto leído el domingo pasado por el presidente del Consejo Nacional de Morena, Alfonso Durazo, tiene un estilo en el que se puede percibir “la letra” del presidente de la República.
La pregunta insistente desde la semana pasada, pero que hoy sigue vigente es: ¿por qué López Obrador habría diseñado un esquema tan complicado que va a implicar una reorganización de su gobierno y una competencia interna en Morena si de acuerdo con muchos observadores ya tiene una decisión tomada?
No creo que haya una respuesta inequívoca a esta pregunta, pero sí hay varias hipótesis que pueden explorarse para darle sentido a una de las decisiones más trascendentales de todo su sexenio.
1.- No tiene aún una última decisión.
Obviamente, la versión oficial es que él no tomará la determinación, sino que lo hará “el pueblo”. Pero, creo que ni él mismo se cree esta afirmación. La fórmula que se va a emplear, la encuesta hecha por Morena y controlada por otros cuatros encuestadores, da los suficientes márgenes de maniobra para que el resultado del 6 de septiembre tenga la impronta de la decisión presidencial. No tiene que ser ‘cuchareada’; basta con que AMLO dé una señal.
Mi parecer es que quiere ver el desempeño de los prospectos en un contexto de campaña, para ratificar su expectativa… o para rectificarla. Aún es posible.
2.- Quiere ver si existe la posibilidad tangible de que alguno de ellos podría romper con Morena.
Descarte desde luego a Adán Augusto López o a Claudia Sheinbaum. Y Ricardo Monreal ya ha dejado claro que no lo va a hacer. Así que el compás de espera para tomar la decisión tiene que ver fundamentalmente con el hoy ya excanciller Marcelo Ebrard, quien por cierto ya pintó su raya respecto a los señalamientos del Consejo de Morena e indicó que acudirá a todos los espacios a los que lo inviten y no eludirá el debate.
3.- Pretende que la ventaja de Morena sobre la oposición crezca en los siguientes meses.
Las burlas que hace el presidente a los opositores y a la alianza Va por México son para consumo de sus partidarios. El presidente, como agudo conocedor de la política mexicana sabe que la ventaja obtenida en las elecciones del 4 de junio no es para dejarlo tranquilo.
El hecho de que la diferencia favorable a Morena en los votos totales sufragados en esa fecha haya sido de 1.5 por ciento es más bien una luz amarilla que muestra que nada está decidido.
Por eso, el que desde el lunes 19 de junio hasta el domingo 27 de agosto, haya hasta seis campañas de Morena en la República, es para afianzar la ventaja que hoy tiene en las encuestas.
4.- Hay una intención de desafiar al INE y al Tribunal Electoral.
El darle la vuelta a las restricciones que fija la ley señalando que se trata de una competencia para elegir al Coordinador de la Defensa de la Cuarta Transformación, cuando es público y notorio que se trata de verdaderas precampañas presidenciales, es una forma de retar a las autoridades electorales y ver hasta qué punto tendrán fuerza y determinación para tratar de frenar las decisiones de Morena.
El plan A y el plan B estaban diseñados para que el INE no fuera un obstáculo. Tal vez, con el mero cambio de la composición del Consejo, sea suficiente para tener el control.
Hoy los consejeros del INE estarán en Palacio. Después de la visita de hoy, ¿el INE podrá reivindicar que va a ser imparcial?
5.- Es un intento de dividir y provocar a los opositores.
¿Quieren competir? Pues cada día que se tarden, es un día de ventaja para Morena. Ni modo. No procesen sus diferencias, apresúrense y saquen adelante un esquema que acabe dividiéndolos. AMLO conoce muy bien a sus contrincantes y va a jugar a su debilitamiento, no solo en el presente sino para el futuro.
Quieren competir, pues entonces sáltense las restricciones de la ley, con el riesgo de que no son el gobierno y los sancionen.
El hecho, hay que reiterarlo una y otra vez, es que hay juego nuevo en la política mexicana. Se han recogido las cartas que cada uno de los contrincantes tenía y se les han entregado otras.
De cómo las jueguen en las próximas semanas dependerá en buena medida el futuro político del país.
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