Una de las grandes sacudidas políticas que se presentó en México en las últimas dos semanas tiene que ver con el destino de Marcelo Ebrard.
Por muchos meses, fue uno de los más importantes contendientes en la búsqueda de la candidatura presidencial de Morena.
Y desde hace un par de semanas pareciera haberse convertido en un paria político cuyo futuro es incierto.
Es una repetición de la historia.
Pero, para entender el drama, hay que remontarse a lo que le ocurrió a su mentor, Manuel Camacho.
En 1993, los dos más importantes prospectos para convertirse en candidatos a la presidencia de la República por parte del PRI eran Manuel Camacho, entonces Jefe del Departamento del Distrito Federal, y Luis Donaldo Colosio, Secretario de Desarrollo Social.
Manuel Camacho, economista egresado de la Universidad Nacional, había trabajado cercanamente con el presidente Carlos Salinas de Gortari por mucho tiempo.
Parecía ser el cuadro político más prometedor del grupo de personas que rodeaban a Salinas.
Sin embargo, el entonces presidente, ejerciendo su ‘derecho metaconstitucional’ de designar a su sucesor, optó por Luis Donaldo Colosio, quien era discípulo de Salinas, con quien había crecido políticamente.
Camacho, violando las reglas del sistema político mexicano, expresó públicamente su inconformidad.
Sin embargo, el hecho no pasó a mayores, salvo que el presidente Salinas le cambió su ubicación administrativa, convirtiéndolo en Secretario de Relaciones Exteriores, dependencia a la que lo acompañó Ebrard.
En el camino ocurrió una disrupción política que sorprendió a todo México.
En enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), se levantó en armas, exigiendo el derrocamiento del gobierno.
En términos prácticos, el movimiento subversivo fue muy limitado y rápidamente contenido.
Sin embargo, la capacidad propagandística del líder de ese movimiento, el llamado Subcomandante Marcos, logró que la atención internacional se volcara sobre México.
Tras la confusión inicial, el gobierno decidió iniciar un proceso de diálogo con los insurrectos y Manuel Camacho renunció a su cargo en el gobierno para convertirse en el interlocutor en ese diálogo.
Mucha gente percibió esta movida como un intento de Camacho de desbarrancar la candidatura presidencial de Colosio.
El asunto solo fue un escándalo limitado los pasillos políticos, hasta que el 23 de marzo de aquel año de 1994 fue asesinado Colosio.
Este hecho, que sacudió al país marcó la ruptura de Camacho con el PRI, pues muchos militantes de esa organización política consideraban que el ambiente propiciado por Camacho había sido uno de los factores que contribuyeron al asesinato.
Camacho se separó del PRI fundó un partido, el Partido del Centro Democrático (PCD), y en el año 2000, contendió por la presidencia de la República obteniendo solo el 0.6 por ciento de los votos y perdiendo el registro.
En todo este proceso, Marcelo Ebrard acompañó a Camacho, como su brazo derecho.
En el año 2000 contendió como candidato a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal por el PCD, pero, al percibir la inutilidad de la contienda, declinó a favor de Andrés Manuel López Obrador.
Ebrard dejó a Camacho y construyó su relación con AMLO a partir de entonces.
Su capacidad política y administrativa, lo llevó al gabinete de López Obrador en la Ciudad de México y al paso de los años, lo convirtió en candidato a sucederlo al tiempo que AMLO contendía por primera vez por la presidencia de la República.
Mientras que AMLO perdió en una competencia estrecha con Felipe Calderón en el 2006, Ebrard logró un triunfo cómodo.
Sucedió así a AMLO como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Su gestión exitosa en la Ciudad le permitió aspirar a convertirse en candidato presidencial del PRD en el 2012.
En la parte final de su gestión, como jefe de gobierno del Distrito Federal, en el año 2011, Ebrard consideró que podía seguir el curso de López Obrador y contender con él por la candidatura presidencial.
Así lo hizo y en una controvertida encuesta perdió.
Ebrard ha explicado en varias ocasiones que, aunque consideraba que la encuesta lo favorecía, prefirió declinar para no dividir a la izquierda y respaldó entonces a López Obrador, quien perdió por amplio margen frente a Peña Nieto.
Ebrard, durante el periodo de 2012 a 2018, no tuvo una participación política relevante y fue objeto de persecución por el gobierno que lo sucedió, de su propio partido, el PRD, encabezado por Miguel Ángel Mancera.
En 2018 regresó a las ligas mayores como parte del equipo del candidato triunfador, López Obrador, y ocupó la titularidad de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Por el hecho de ser uno de los más eficaces del gabinete, que atendía todas las urgencias de AMLO desde muy temprano se le mencionó como uno de los personajes que contenderían por la sucesión presidencial en el 2024, al igual que Claudia Sheinbaum, quien desde el 2018, sería la primera Jefa de Gobierno de la CDMX proveniente del nuevo partido, Morena.
Como su mentor, Manuel Camacho, pareciera que Marcelo Ebrard se equivocó al pensar que él podría ser el designado por su mentor, o bien que ganaría en los procesos internos del partido en el poder.
Como ocurrió en otros tiempos con Camacho, pareciera que Ebrard, tras perder el proceso interno ya no tiene posibilidad de obtener alguna posición relevante en Morena como no la tuvo Camacho en el PRI.
Parece solo quedarle la opción de fundar un nuevo partido político para contender por la presidencia en un futuro distante, o bien, buscar a otra fuerza política, como Movimiento Ciudadano, para que lo postule.
Puede repetirse la historia de Manuel Camacho, con su desastre electoral, si Ebrard trata de fundar un nuevo grupo político.
Veremos si aprendió la lección.