Escucho con cierta frecuencia entre expertos que sigue sin haber evidencia empírica de que realmente esté ocurriendo el neashoring.
La razón es que no se aprecia un crecimiento significativo de la inversión extranjera directa hasta el primer semestre del año.
De acuerdo con las cifras de la Secretaría de Economía, el monto recibido en el primer semestre fue de 29 mil millones de dólares, solo 1 mil 500 millones más que en el mismo periodo de 2022.
Además, los datos muestran que solo el 7 por ciento del total corresponde a nuevas inversiones mientras que el 93 por ciento está compuesto por reinversión de utilidades y flujos entre compañías.
Sobre la base de estos datos, diversos analistas señalan que no hay elementos para pensar que realmente México esté ya empezando a recibir empresas que se están relocalizando desde Asia.
Si usted expresa este argumento en cualquiera de los estados del norte de la República o incluso del Bajío, le van a decir que la realidad que están observando es otra cosa.
Las evidencias de la llegada de nueva inversión en dichas entidades son múltiples y diversas, y tienen que ver con la compra de terrenos y el desarrollo de parques industriales, pero estas transacciones no se están reflejando en las estadísticas de la inversión extranjera directa.
Al hablar con expertos en materia de parques industriales, lo que ellos señalan es que muchas empresas que están empezando a hacer incursión en México han comenzado comprando, rentando, o apartando tierra.
Tal vez en diversos casos, no tengan todavía los planes ejecutivos desarrollados como para empezar a realizar inversiones de una magnitud tal que aparezcan en las estadísticas de la inversión extranjera directa.
Sin embargo, en casi todos los parques industriales y en desarrollos en diferentes entidades de la República, ya hay signos muy claros de una demanda adicional.
Seguramente tendremos, a partir de los próximos trimestres, un crecimiento significativo de la inversión foránea, que seguramente la va a llevar a niveles anuales superiores a los 50 mil millones de dólares.
El otro indicador que pareciera ser consistente con esta visión es el relativo a la inversión fija bruta.
En el mes de junio, el crecimiento de este tipo de inversión fue de 28.6 por ciento, muy por arriba del crecimiento del resto de variables económicas.
No sería explicable esta dinámica en el caso de que no existiera la expectativa de la realización de proyectos muy grandes en el futuro inmediato.
En algunos casos, lo que se ha observado es que las inversiones derivadas de los anuncios ya hechos, habrán de realizarse hasta el año 2024 o incluso en años posteriores.
Ese es el caso de Tesla, empresa que en unas cuantas semanas probablemente arrancará la construcción de su planta en Santa Catarina, en Nuevo León, pero que realizará el grueso de su inversión hasta el 2024.
Más allá de este caso emblemático, es muy probable que haya volúmenes muy importantes de inversión que están en proceso de realizarse y que tendrán efecto a partir de que, en las direcciones generales, los comités, o los consejos de administración de las empresas haya pleno convencimiento de arrancar su proyecto en México.
Algunos de los temas que siguen preocupando de manera generalizada a los inversionistas tienen que ver con el abasto eléctrico por un lado, y por otro con el Estado de derecho.
En el primer caso, se requiere que en la próxima administración haya una nueva política que asegure la provisión de electricidad de fuentes renovables.
A los inversionistas no les importa si esto lo hace la CFE o empresas privadas, pero el problema es que la empresa estatal no cuenta con los recursos para generar este tipo de energía y al mismo tiempo modernizar y ampliar la red de transmisión.
En el segundo caso, lo que quieren es asegurar el respeto a sus contratos y a la propiedad.
Si se convencen de que la próxima administración cumplirá los compromisos, la oleada de nuevas inversiones va a ser más grande de lo que muchos imaginan.
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