La razón principal por la cual la economía mexicana está creciendo más allá de lo que la mayoría preveía es porque la inversión productiva ha sido mucho más alta de lo que se preveía.
Ayer, el INEGI dio a conocer las cifras de oferta y demanda que permiten este desglose y se puede observar que el 53 por ciento del impulso del crecimiento económico proviene de la inversión, el 44 por ciento del consumo privado y solo el 3 por ciento del consumo del gobierno.
Como ya le hemos comentado en este espacio, la inversión privada representa la fuente principal del crecimiento, pues representa prácticamente el 90 por ciento del total mientras que la inversión pública representa poco más del 10 por ciento.
Los inversionistas privados están invirtiendo como nunca lo habían hecho, sobre la base de las perspectivas positivas que se han configurado en el país por los procesos de relocalización industrial, o nearshoring, que han cambiado radicalmente la perspectiva del país.
A diferencia de otras etapas de nuestra economía, hoy están creciendo fuerte tanto las inversiones del gobierno como las del sector privado.
Las de las empresas a una tasa de poco más de 20 por ciento mientras que la del sector público a un ritmo de alrededor del 18 por ciento en términos reales.
Sin embargo, el monto adicional invertido no tiene comparación, la realizada por el sector privado fue 10 veces superior respecto a lo realizado por el sector público.
No hay duda, quienes están moviendo al país son los empresarios.
Las inversiones del sector privado empezaron a despegar en el cuarto trimestre del año pasado.
En ese entonces, alcanzó el nivel máximo previo a la pandemia, que se había logrado en el primer trimestre del 2018, y desde entonces no ha parado de crecer de manera acelerada.
La expectativa abierta por el nearshoring ha conducido a la construcción de unidades industriales, así como a la compra de maquinaria y equipo de procedencia importada, lo que confirman plenamente las cifras del INEGI.
El consumo privado también se fue para arriba, aunque a tasas más moderadas, sin embargo, es tan grande su peso, que fue otro de los factores que impulsaron a la economía.
En contraste, las cifras del INEGI refieren que el sector externo de la economía ya no fue un factor que haya impulsado al crecimiento, sino al revés, tiene una contribución negativa en el PIB en 4.9 puntos porcentuales durante el primer semestre del año, tanto por el mayor volumen de importaciones como por el decrecimiento del ritmo de las exportaciones.
No sorprende que el consumo de gobierno no haya sido un factor cuya contribución sea significativa, pues apenas representó 0.2 puntos del crecimiento de la economía en la primera mitad del año.
¿Mantendrán la inversión y el consumo el ritmo de crecimiento que las cifras del INEGI muestran?
Lo dudo.
En la medida que las bases de comparación son más y más elevadas, resulta complicado que se mantenga esa tendencia.
El nivel de inversión privada que se alcanzó en el periodo abril-junio fue 12 por ciento superior al máximo previo del primer trimestre de 2018.
Aunque las tasas sean menores, la expectativa que se observa es positiva. Incluso si pensamos que el ritmo de la inversión creciera en el segundo semestre de este año a la mitad del ritmo que alcanzó en la primera mitad, aun así, crecería a un ritmo anual promedio de 15 por ciento.
Estamos en una situación compleja.
Los críticos del gobierno de López Obrador dicen que los empresarios enfrentan la situación más aversiva de las últimas décadas. Y si vemos algunas declaraciones de organizaciones empresariales, pareciera ser cierto.
Pero, cuando vemos los niveles de inversión, resulta que el sector privado está invirtiendo como nunca en la historia.
¿Cómo conciliar ambas cosas?
Se lo explico en un próximo comentario.
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