El mayor desafío que está enfrentando la futura candidata presidencial de Morena no proviene de la competencia que puede estarle haciendo el Frente Opositor.
Viene de Morena.
Por corrección política, Claudia Sheinbaum no dijo que Omar García Harfuch era el aspirante a ser candidato a la Jefatura de Gobierno de la CDMX que ella prefería, pero en realidad no necesitaba decirlo. Era claro.
Desde hace algunos meses se perfilaba ese hecho: si Claudia ganaba la encuesta, García Harfuch se encaminaba a la candidatura.
Había dos razones para ello. La primera era la competitividad del ex Secretario de Seguridad Ciudadana. Era la más elevada entre los aspirantes y con amplio margen.
No se puede olvidar que, en 2021, en las elecciones para diputaciones federales, Morena obtuvo en la Ciudad de México menos votos que el Frente Opositor.
Y, que, si aspiraba a refrendar el triunfo en el 2024, tendrían que recuperar al menos parte de los votos perdidos.
No se trataba de buscar los votos del electorado tradicional de Morena, sino de ir por los de un segmento de las clases medias urbanas que le dieron la espalda al partido en el gobierno en 2021.
Y el mejor habilitado para ello, sin duda es García Harfuch.
La segunda razón es el “bastón de mando”.
Así se haya tratado de un acto simbólico, al cederle AMLO a Claudia presuntamente el bastón de mando le dio el derecho de influir de manera decisiva en la definición de candidatos para el 2024.
Sería una ingenuidad pensar que AMLO le dejaría todo el terreno libre a Claudia.
Pero uno de esos espacios que claramente le tocaba a Claudia, era la definición del prospecto a la CDMX.
El argumento de que nadie define a los candidatos, sino que son las encuestas las que finalmente marcan el resultado es ingenuo, pues hay mecanismos para incidir de manera determinante en el resultado de una encuesta de Morena. Y si no lo creen, pregúntenle a Ebrard.
El que AMLO haya permitido que una buena cantidad de fuerzas al interior de Morena se haya reunido alrededor de Clara Brugada sin haber frenado ese proceso, es un desafío para Claudia.
Veremos hasta dónde se llevan las cosas.
Pero esta semana surgió otro indicio de que puede haber una relación compleja.
La renuncia de Alejandro Encinas a la subsecretaría de Gobernación para sumarse al equipo de campaña de Sheinbaum tiene implicaciones importantes.
Pocos repararon en el hecho de que al declarar López Obrador hace algunos días que se haría cargo personalmente de las investigaciones del caso Ayotzinapa y señalar que hubo ‘infiltración’ entre quienes investigaban, fue un golpe durísimo contra Encinas, quien de tiempo atrás estaba ya enfrentado en lo personal con las Fuerzas Armadas.
AMLO no tuvo la menor duda respecto a de qué lado ponerse en ese diferendo al interior de su gobierno.
Que Claudia, en esta coyuntura, haya incorporado a Encinas a su equipo es otra muestra de la diferencia de criterios entre la que tiene hoy el bastón de mando, y quien, con bastón o sin él, no quiere dejar el mando.
Habrá quien diga que no hay tal independencia ni diferencia de criterios, y que prueba de ello, es el respaldo de Claudia a la eliminación de los fideicomisos de la Corte.
Ojo. No estoy diciendo que están enfrentados AMLO y la virtual candidata. Seguramente hay más coincidencias que discrepancias entre ellos.
Pero han surgido señales que muestran diferencia de criterios y manifiestan que Claudia no es un mero instrumento en las manos de AMLO.
Las dos próximas semanas serán determinantes para conocer el espacio con el que verdaderamente contará Sheinbaum.
Hay algunos que piensan que la razón por la que fue la elegida es porque AMLO tiene confianza en poder manejarla.
Yo le he expresado en múltiples ocasiones que la historia nos muestra que los intentos que se han hecho en el pasado para mangonear a un presidente, han sido fallidos desde el fin del ‘maximato’.
¿Esta vez será diferente?