La virtual candidata del Frente opositor se enfrenta a un reto inédito en la política mexicana: en lugar de una, tendrá que hacer cuatro campañas diferentes para intentar llegar a la Presidencia.
No podrá hacer la misma campaña para los simpatizantes del PRI que para los del PAN o del PRD. Pero, además, deberá hacer una que tenga como foco a los que no tienen preferencia partidista, es decir, los de la sociedad civil que rechazan a todos los partidos.
Los lenguajes, estilos, tipo de reuniones y mensajes no podrán ser los mismos para todos los auditorios. Tendrán que ser diferentes pero consistentes. Y, eso es un gran desafío que no será fácil de afrontar.
Los ‘lapsus’ que ha tenido la virtual candidata pueden ser un reflejo de una visión que tiene que desdoblarse en varios discursos.
El éxito de una campaña electoral tiene que ver con muchas cosas, pero entre ellas hay dos que son fundamentales: el candidato y el mensaje.
El candidato o candidata debe tener magnetismo, requiere atraer a los electores gracias a su personalidad, formación o hasta apariencia.
Y, el mensaje que un candidato o candidata debe transmitir debe ser sencillo, claro y contundente.
Le pongo un ejemplo. La campaña de AMLO en 2018 fue un ejemplo de buena campaña.
El candidato era atractivo, con una personalidad bien definida y extraordinario magnetismo. El mensaje era simple y llano: hay que sacar a los corruptos del poder.
No se necesitaban elaborados programas de gobierno. Era algo que entendían todos.
Eso significaba que la intención era que perdiera el PRI, pero también el PAN y el PRD.
Las condiciones se prestaron para que AMLO arrasara.
El problema con la diversidad de audiencias que tendrá Xóchitl, por lo heterogéneo de los grupos que la respaldan, es que en realidad el único mensaje en común que existe es que hay que derrotar a Morena para que se vaya de la Presidencia y pierda el control de las cámaras del Congreso.
Algunos de sus partidarios así lo expresan: lo importante es que se vaya AMLO o quienes lo sigan.
Creo que ese mensaje está condenado a perder.
Si López Obrador no tuviera popularidad o si Morena estuviera en segundo o tercer lugar en las preferencias, un mensaje así podría prosperar.
Pero, el problema es que, por la razón que sea (lo hemos analizado en otras ocasiones), la popularidad del presidente sigue muy elevada y el argumento de que se tiene que ir porque la gente está en contra de él, por lo pronto no tiene futuro.
Le he comentado en diversas ocasiones que, por ejemplo, los saldos económicos de la segunda mitad de la administración van a ser muy favorables.
Y los electores tienen memoria corta para recordar lo que pasó en los primeros dos años.
Aun en materia de inseguridad, la percepción de la inseguridad urbana, de acuerdo con la encuesta del INEGI, está en 61.4 por ciento, nivel muy alto, pero el menor desde que esta encuesta se empezó a aplicar en el 2013.
Sin embargo, no comparto el optimismo de la dirigencia de Morena respecto a los resultados que habrá en las elecciones estatales, pues dice Mario Delgado que ganarán todos los estados.
Creo que tendremos un resultado bastante equilibrado, con probables triunfos de Morena en Chiapas, Tabasco y Veracruz, y de la oposición en Jalisco (MC), Guanajuato y Yucatán. Muy probablemente, con contiendas muy competidas en Puebla, Morelos y Ciudad de México.
Un escenario negativo para Morena sería perder seis de las nueve entidades y uno positivo ganar seis de las nueve.
Sin embargo, por lo pronto, no se ve así en el caso de la presidencia de la República, en donde la ventaja es muy amplia, no tanto por los méritos de la campaña de Sheinbaum sino por las deficiencias de la campaña del Frente.
Ya sé que no hay una campaña que lo sea formalmente, pero de facto lo es.
Y lo que la mayoría de los estudios demoscópicos dicen es que, al paso del tiempo, la ventaja de Sheinbaum se ha ampliado.
Si Xóchitl y su equipo no resuelven el acertijo de las cuatro campañas, no habrá futuro para ella.