En muy diversas ocasiones hemos expresado en este espacio que a la economía mexicana le está yendo relativamente bien.
Entre 2021 y 2024 (considerando un crecimiento de 2.4 por ciento en este año), el PIB habrá crecido a una tasa promedio de 3.8 por ciento.
Claro que antes estuvo el desplome que la pandemia produjo, por eso el saldo sexenal será pobre, de solo 1 por ciento en promedio anual.
Las exportaciones, en contraste, habrán crecido de manera espectacular. De acuerdo con los datos preliminares, el nivel del 2023 fue superior en 31 por ciento al de 2018.
Pero, también, el consumo interno habrá crecido en un 8 por ciento, de acuerdo con las cifras más recientes.
Y, lo más importante es que la inversión productiva también lo habrá hecho, en 23.9 por ciento respecto al nivel con el que terminó el sexenio de Peña Nieto.
Estos resultados provienen, en buena medida, de circunstancias que han estado lejos del control de las políticas públicas en nuestro país.
Nos beneficiamos de un cambio que, de hecho, representa un retroceso para la economía mundial.
Presenciamos una guerra comercial entre Estados Unidos y China; los efectos negativos en la cadena de suministro de la pandemia, acentuados luego por las crisis geopolíticas que se desataron.
México, además, fue beneficiario de una política industrial del gobierno de Biden, que alentó las inversiones en esta zona del mundo.
El mayor de los méritos del gobierno de López Obrador fue permitir que la estabilidad macroeconómica prevaleciera en México y que siguiera operando el Tratado comercial de Norteamérica (TMEC).
En virtud de ello tuvimos un gran éxito exportador y un fuerte aliento para el consumo interno y la inversión.
Diversas políticas públicas que se han instrumentado desde el año 2018, sin embargo, han sido inhibitorias de la inversión.
El anuncio de la cancelación del proyecto del nuevo aeropuerto de Texcoco fue la primera señal.
Pero luego siguieron otras, especialmente el apego del gobierno al estatismo y a las energías fósiles, lo que desalentó las inversiones.
La inseguridad y la falta de Estado de derecho es otro de los factores que también incidió negativamente.
No sabemos cuántas inversiones que pudieron concretarse en el país, finalmente no se realizaron por estos factores.
Sin embargo, el cambio global es tan potente que, pese a ello, el volumen de la inversión, así como la recepción de inversión extranjera, muestran niveles históricos.
Eso nos permite imaginar que el costo de oportunidad probablemente tenga niveles inimaginables, considerando el potencial que pudo haber tenido México si hubieran existido políticas públicas favorables a la inversión.
El viento a favor que ha tenido la economía mexicana ha sido tan grande que, a pesar de decisiones cuestionables, se ha conseguido un gran éxito en el último año, y existe un enorme potencial.
A veces es difícil asir este concepto porque siempre es algo hipotético. Es la medición de un hecho que pudo haber ocurrido, pero que finalmente no se presentó.
Sin embargo, para juzgar políticas públicas, es algo que tiene que ponerse sobre la mesa.
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