Coordenadas

El dilema opositor: ¿debatir las reformas?

La oposición tiene que estar consciente de que una campaña orientada a valorar la gestión de López Obrador puede acabar convirtiéndose en una competencia con el presidente.

“No hablemos de las propuestas de las iniciativas de reforma del presidente López Obrador, porque se trata de un intento de distraer la atención de la ciudadanía de las cosas importantes de la campaña electoral”, es una afirmación que leí y escuché en múltiples ocasiones en los días pasados.

El diagnóstico es que, al ponerlas en la palestra, AMLO quiere que se hable de ellas y con eso se anule la discusión que la oposición está planteando, como los temas de la inseguridad o el tráfico de influencias.

No estoy de acuerdo con eludir su discusión y tampoco lo estoy con el diagnóstico que señala que si se debaten, se excluirán de la agenda nacional temas fundamentales.

¿No es fundamental acaso el intento de cambiar la integración del Poder Judicial y los mecanismos de designación de sus autoridades? ¿O no lo es la desaparición de la representación proporcional en el Congreso de la Unión, cambiando una tendencia de décadas en México?

El martes pasado, la candidata de Morena a la Presidencia, Claudia Sheinbaum, expresó que respalda las propuestas y las hará parte de su programa de gobierno, que presentará el próximo 1 de marzo en el Zócalo.

La candidata del frente opositor, Xóchitl Gálvez, debe generar a su vez un paquete de propuestas que ponga sobre la mesa para que sean discutidas por la sociedad, y en los debates entre candidatos que vayan a realizarse, debe responder a los planteamientos de la candidata de Morena.

Algunos opinan que el propósito de hablar de propuestas hacia el futuro es que el gobierno pretende que no se discutan los resultados de la gestión de López Obrador.

Es probable, por lo menos en aquellos rubros en los que puede haber un mayor cuestionamiento, como, por ejemplo, en materia de seguridad o con relación a la salud.

La oposición tiene la posibilidad de poner ambos asuntos sobre la mesa.

Pero, tiene que estar consciente de que una campaña orientada a valorar la gestión de AMLO puede acabar convirtiéndose en una competencia con el presidente de la República.

En la medida que la contienda electoral sea entre Xóchitl Gálvez y AMLO, la candidata lleva las de perder.

Prácticamente todas las encuestas, sin excepción, reflejan una aprobación de la gestión del presidente López Obrador superior al 50 por ciento.

A Morena y sus aliados les conviene que la competencia no sea entre las candidatas sino con el mandatario en funciones.

Hay una tarea que aún no hace la oposición: identificar con claridad la narrativa con la que tratará de convencer a quienes aún no han decidido por quién votar a que lo hagan por Gálvez.

De acuerdo con la encuesta de El Financiero publicada el 29 de enero, el 65 por ciento de los entrevistados señaló que ya tiene decidido su voto; el 18 por ciento ya tiene una inclinación, pero aún puede cambiar de opinión; el 11 por ciento aún lo está pensando.

Cuando un candidato va en desventaja, como es actualmente el caso de Gálvez, tiene que ir a buscar a quien aún no ha definido su voto o a quien puede cambiar de opinión.

Hay la tentación, en todos los candidatos, de hacer campañas para afianzar su posición entre quienes son sus partidarios, es decir, acudir a sus clientelas.

Tiene racionalidad esa estrategia para quien lleva la ventaja, como ahora Sheinbaum, pero puede tener consecuencias negativas para quien no logra sumar a los indecisos.

No discutir las propuestas de AMLO, me parece que no abona a buscar a quienes no han definido su voto.

Cuestionar aquellas que son criticables, con argumentos convincentes, y presentar propuestas que atraigan a otros segmentos del electorado y no a sus clientelas tradicionales, es algo fundamental para lo que ya no está quedando mucho tiempo.

Más vale que lo emprendan de inmediato, si se quiere realmente competir.

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