Si usted pregunta a ciudadanos de la clase media, a empresarios o a inversionistas locales respecto a la situación económica y financiera del país, probablemente va a encontrar respuestas que le van a señalar que es delicada.
En el extremo, algunos creen incluso que antes de que concluya este sexenio el 30 de septiembre de este año, estaremos expuestos a una crisis financiera.
Pero si le hace esta misma pregunta a inversionistas extranjeros, es decir, aquellos que ven a distancia la perspectiva económica del país, se va a encontrar con que la mayor parte considera que no hay una situación de alarma en las finanzas públicas, que las perspectivas de crecimiento en el mediano plazo son muy buenas y que, por lo tanto, es completamente racional apostarle al país.
Habrá quien diga que esta afirmación no es consistente con las cifras de inversión extranjera directa que fueron dadas a conocer tanto por el Banco de México como por la Secretaría de Economía.
En efecto, le hemos comentado en este espacio que hay una percepción positiva mayor de lo que las cifras arrojan.
Sin embargo, sería absurdo negar el hecho de que tenemos una fuerte corriente de inversionistas extranjeros que están valorando la posibilidad de instalarse en México en el curso de los siguientes meses o de los próximos años.
En muchas ocasiones, le he explicado en este espacio que es muy diferente la visión de quien vive en nuestro país y está todos los días expuesto a todos los conflictos del ambiente político respecto a lo que se ve desde afuera.
Si lo que usualmente se ve respecto a la situación política interna fuera lo determinante para los inversionistas foráneos, desde hace muchos meses estaríamos enfrentados a una grave crisis tanto por una salida masiva de capitales como por una huelga de inversiones.
Hay inversionistas que han salido del país, sin duda, lo que se refleja en el descenso de la inversión foránea en valores públicos.
Pero también nos encontramos con muchos otros inversionistas, sobre todo de los grandes fondos internacionales que le siguen apostando a nuestra moneda. Esa es la explicación fundamental del porqué tenemos una paridad cambiaria que prácticamente nadie hubiera esperado hace unos cuantos meses.
Entre estos mismos manejadores de fondos, hay algunos a los que no les extrañaría en absoluto que en medio del proceso electoral, pudiéramos ver a la vuelta de algunas semanas o de pocos meses, una cotización del dólar en el rango de los 15 pesos.
¿Cómo conciliar estas dos visiones tan encontradas?
Por una parte, la de los inversionistas locales que perciben que la continuidad del gobierno actual implicaría riesgos muy severos para la estabilidad política y financiera del país.
Por otro lado se encuentran los inversionistas foráneos, que consideran que los factores fundamentales de la economía mexicana son suficientemente sólidos como para apostarle al futuro de nuestro país.
Ojalá pudiéramos tener respuestas simples a problemas complejos.
La realidad no es así.
Lo que tenemos es un cuadro en el que, en efecto, hay inversionistas nacionales que tienen un alto nivel de desconfianza respecto a lo que significa la continuidad de la política económica y financiera de la llamada cuarta transformación.
Pero del otro lado también hay quienes subestiman por completo este factor político y consideran al margen del resultado electoral, lo que tendremos son factores fundamentales positivos que van a permitir que el crecimiento de nuestro país pueda continuar de manera robusta a lo largo de este año, y quizás de los primeros de la nueva administración.
Tal vez no le guste esta visión que no piensa en la democracia y en el Estado de derecho.
A mí tampoco.
Pero no se puede negar la realidad. Allí está y entre muchos extranjeros es la que predomina.