Cada uno vio el debate que quiso ver.
Para los partidarios de Xóchitl su triunfo fue incontestable, y lo cifran en el hecho de que Sheinbaum o no contestó o lo hizo elusivamente a las acusaciones que la candidata del frente opositor le formuló.
Para los partidarios de Claudia, la victoria fue evidente en la medida que la participación de su candidata estuvo concentrada en las propuestas y los contrastes y en menor medida en los ataques, aunque también los realizó.
Incluso, Máynez también declaró su triunfo argumentando que éste se basó en el sentido propositivo de sus participaciones, en contraste con los ataques de las dos candidatas.
Cada público declaró triunfadora o triunfador al candidato con el que simpatiza. No hay sorpresa.
Como le hemos referido insistentemente, la importancia de los debates no radica en la percepción de triunfo o derrota, que resulte tras los minutos de intercambio. Lo importante es el efecto en la intención de voto.
Y aún es temprano para juzgar ese impacto, pues el llamado “posdebate” también influye.
Quizás en el plazo de una semana o poco más podremos tener una idea más clara del efecto que el evento tuvo en las intenciones de voto.
La realidad es que los formatos que los equipos de campaña han fijado son tremendamente restrictivos.
La abundancia de preguntas y temas conducen a que sea virtualmente imposible que puedan contrastarse las propuestas y proyectos.
En un intercambio que tuvo mucho que ver con la economía y los proyectos que las candidatas tienen en ese ámbito, tuvimos muy pocos elementos para obtener una idea un poco más clara respecto al origen de los recursos que habrían de financiarlos.
El único que señaló la importancia de hablar de la “fiscalidad” fue Máynez, pues como él sabe que no va a ganar, se siente con libertad plena para abordar hasta los temas tabú, como es el de la reforma fiscal.
Tanto Claudia como Xóchitl han expresado su convicción de que no es necesario un cambio profundo en materia impositiva para contar con los recursos necesarios para financiar los proyectos.
Lo he escrito y dicho: ningún candidato sensato va a enarbolar una reforma fiscal como parte de su estrategia.
Pero también sé que ningún presidente sensato puede excluir la posibilidad de realizarla, pues de otra forma no hay manera de que las cuentas salden, mucho menos que sobre para las nuevas políticas y proyectos.
Hay dos leitmotiv de los discursos económicos de las candidatas, los que se hicieron presentes en sus primeras intervenciones.
Para Xóchitl, el problema económico número uno es la extorsión. Es decir, vincula la problemática de la seguridad con la economía.
Para Claudia, la gran disyuntiva económica que existe en México es la continuación de la transformación o un presunto regreso al neoliberalismo del pasado.
Ambas tienen razones para articular de esa manera sus discursos.
Xóchitl sabe que el eslabón más débil radica en la seguridad y que hay un segmento muy importante de pequeños empresarios que la ve, efectivamente, como el principal obstáculo para el desarrollo normal de sus negocios.
Apuesta a una narrativa que apunte a una nueva política en seguridad que tendría un efecto positivo en la actividad económica.
Claudia aprovecha la mala imagen que en la mayoría de la población tiene el concepto del neoliberalismo, asumido como un proyecto económico orientado a las privatizaciones, menores salarios o ‘gasolinazos’ y la corrupción.
Los datos de las encuestas muestran que, por lo menos hasta ahora, la narrativa ‘antineoliberal’ lleva ventaja.
Algunos pensamos que el haber convertido la competencia electoral en un plebiscito sobre la permanencia o no de la 4T, le está costando a la oposición.
Otros piensan que fue lo correcto.
En muy pocos días veremos hacia dónde apunta la realidad.