El freno de la actividad económica ya está con nosotros.
Hace un par de días, el INEGI presentó su Indicador Oportuno de Actividad Económica para el mes de abril.
De acuerdo con él, en abril la actividad económica prácticamente no creció respecto a marzo (realmente lo hizo en 0.1 por ciento).
El estancamiento se dio por igual en los sectores que se miden: la actividad en el sector industrial y en el de comercio y los servicios.
Lo más significativo es que tal estancamiento ocurrió luego de una probable caída en marzo, de -0.2 por ciento.
Mañana, cuando se den a conocer las cifras del Indicador Global de Actividad Económica (IGAE) de marzo, veremos si se confirma esa tendencia.
Ya le había comentado previamente en este espacio que lo más preocupante no son en sí mismos estos resultados, pues todavía registran crecimientos respecto al año anterior. Para el mes de abril la tasa fue de 1.7 por ciento.
Lo que es más delicado es que en los años electorales, tradicionalmente la primera mitad del año es la que resulta mejor, mientras que en la segunda se resienten los efectos de un gasto público que se reduce y también los de un gasto privado que se contiene a la espera de que existan señales claras del nuevo gobierno.
Con los datos disponibles sabemos que en el primer trimestre creció el PIB de México a una tasa del 2 por ciento.
Considerando en abril una tendencia al estancamiento, el crecimiento anual sería de 1.7 por ciento. Y si aún baja más el ritmo económico en el segundo semestre, no sería raro que el estancamiento que ya estamos observando se extendiera a todo el 2024.
Si suponemos que el nivel de actividad económica que tuvimos en abril se mantuviera el resto del año, el crecimiento de la economía en el segundo trimestre sería de 1.4 por ciento a tasa anual; de 0.2 por ciento en el tercer trimestre, y de 0.1 por ciento en el cuarto trimestre del año.
De ese modo, el promedio del año sería cercano al 1 por ciento.
Ojalá que este no sea el caso y que los datos que observamos en abril no sean sintomáticos de lo que pueda suceder con la economía el resto del año.
Hay que subrayar que un hecho visible es que el impacto del nearshoring se ha retrasado.
Quizás el mejor ejemplo de ello sea el emblemático caso de Tesla.
Se conoció esta semana que los despidos que la empresa de Elon Musk aplicó a nivel global también se extendieron a personas de su equipo en México, especialmente al grupo que estaba más orientado al desarrollo de la planta en Santa Catarina, mientras que permanecieron los que están a cargo de las áreas de comercialización de los vehículos.
La señal de que la planta no va a iniciar su construcción este año, como ya le habíamos adelantado desde el pasado 16 de abril en este espacio, es muy evidente. No sé si se construya en 2025 o más allá, o no se construya nunca, pero en el corto plazo, olvídese de esta inversión.
Hay algunos otros casos análogos.
No es que estemos perdiendo ya la oportunidad de aprovechar el nearshoring. Pero lo que sí es claro es que su impacto será menor para el crecimiento de este año.
Todavía los pronósticos de los expertos indican un 2.2 por ciento, de acuerdo con la encuesta que ayer dio a conocer Citibanamex.
Tal vez yo esté demasiado pesimista y las perspectivas sean mucho mejores de lo que le comentamos.
Puede ser.
Pero, percibo el ambiente de inversión muy cauteloso y eso probablemente se transmita al gasto de los consumidores.
Ya lo veremos.