Cuando uno cree haber visto todo, aparece lo inédito.
La política estadounidense ha dado un giro con la decisión de Joe Biden de no postularse para la reelección como candidato presidencial demócrata.
Esta noticia lleva a la campaña a un terreno desconocido.
Más allá de los efectos internos de la decisión de Biden en Estados Unidos, esto puede influir también en México y en la relación bilateral entre ambos países.
La expresión de incertidumbre condujo a que la cotización del peso frente al dólar saltara hasta 18.10 pesos luego del anuncio de Biden, aunque luego bajó y ayer por la tarde estaba ya en 17.95 pesos por dólar.
Kamala Harris, actual vicepresidenta, quien recibió el respaldo de Biden para reemplazarlo, también genera dudas respecto a su competitividad electoral. Pese a ello, otros influyentes demócratas ya también la respaldaron.
En realidad no se ve a ninguna otra persona en el firmamento demócrata con potencial para atraer el respaldo que ya tenía Biden.
En las diversas encuestas publicadas hasta el viernes pasado, antes de la declinación, Trump tenía una ventaja de entre 2 y 5 puntos. Sin embargo, también aventajaba a Biden en casi todos los llamados ‘estados columpio’, determinantes en el resultado electoral.
El sábado pasado ya tuvimos una prueba de lo que nos espera en los siguientes meses, con las declaraciones de Trump insultando a Biden y mofándose del gobierno de López Obrador, al señalar que obtuvo todo lo que quiso a cambio de nada durante su mandato.
Pero, quien piense que la relación que tendríamos con Kamala Harris como hipotética presidenta sería muy fácil, necesita revisar algunos tópicos.
Harris ha mostrado una postura clara en cuestiones de inmigración.
Como vicepresidenta, tuvo un papel crucial en la gestión de la crisis migratoria en la frontera con México.
Su enfoque coincide con el del gobierno mexicano al señalar que se deben abordar las causas fundamentales de la migración promoviendo el desarrollo económico y la estabilidad en la región.
Sin embargo, esta misma postura podría traer consigo presiones adicionales para el gobierno mexicano, pues a la par que atacar las causas, Harris podría insistir en que México implemente políticas más estrictas para controlar el flujo migratorio hacia Estados Unidos.
En materia comercial, Harris podría adoptar una posición dura en la revisión del TMEC que tendrá efecto en 2026, ya que de triunfar, seguramente tendría que haber hecho compromisos con algunos poderosos sindicatos, que insisten en que Estados Unidos ha dado muchas concesiones a México en contra del interés de los trabajadores norteamericanos.
La posición anti-China que ya se ha visto en el gobierno de Biden se mantendría en el caso de Harris y sería todavía más acentuada en caso de que gane Trump.
Un aspecto crucial a considerar es la posible reacción del sector empresarial en ambos países. La elección de Harris podría ser vista con recelo por parte de algunas empresas debido a su inclinación hacia políticas más reguladoras y su énfasis en la justicia social.
En términos de seguridad, la postura de Harris sobre el tráfico de drogas y el combate al crimen organizado quizás le quitara presión a México en caso de que los demócratas ganaran.
Si bien se espera que continúe con la cooperación en materia de seguridad, su enfoque podría centrarse más en abordar la demanda interna de drogas en Estados Unidos y en la implementación de políticas más humanitarias para los usuarios de drogas, en lugar de una estrategia exclusivamente punitiva.
Esto podría aliviar parte de la presión sobre México en la lucha contra los cárteles, pero también requeriría una estrecha coordinación en nuevas estrategias de seguridad.
México debería prepararse para una dinámica bilateral renovada, donde la adaptación y la negociación serán clave para mantener una relación constructiva y beneficiosa para ambos países.
Por cierto, no sabemos si la declinación de Biden será la última sorpresa de esta campaña electoral en Estados Unidos, o aún nos quedan otras por presenciar.