No es sorpresa que el crecimiento de la economía mexicana en el segundo trimestre de este año haya sido de apenas 1.1 por ciento.
Casi todos los indicadores adelantados indicaban que habría una marcada desaceleración.
El Indicador Oportuno de Actividad Económica (IOAE), que publica el INEGI, marcaba para mayo y junio tasas anuales de crecimiento de 1.2 y 0.9 por ciento, respectivamente, muy cercanas a la cifra del PIB que ayer se dio a conocer.
La trayectoria de la producción en los diversos sectores da cuenta del perfil del freno económico que ya estamos enfrentando, pues no es parejo.
En el sector agropecuario no solo no hubo crecimiento sino un retroceso de -2.2 por ciento respecto al segundo trimestre de 2023.
Sin duda, uno de los factores que más influyó en ese resultado fue la prolongada sequía que vivimos en los primeros meses del año, lo que también ha sido un factor relevante en el alza de los precios agropecuarios en meses recientes.
Es difícil anticipar la trayectoria del PIB en este sector, pues tiende a tener un comportamiento irregular, dependiendo de factores como el clima o la evolución de los precios internacionales.
No sería imposible que en la segunda mitad del año tuviera un rebote, tras la regularización de las lluvias.
El caso del sector industrial es quizá donde más se aprecia el freno de la actividad económica, sobre todo la vinculada con el comercio exterior.
El crecimiento a tasa anual fue de solo 0.5 por ciento, la cifra más baja desde el primer trimestre del 2021, cuando todavía se resentían los efectos de la pandemia.
Y si observamos las tasas trimestrales, aunque la del periodo abril-junio resultó positiva, fue muy baja, de solo 0.3 por ciento y veníamos de dos trimestres con tasas negativas.
No se ve cómo se pueda recuperar en el corto plazo, por lo que es de esperarse que tenga, o cifras muy bajas en el segundo semestre o incluso esté en números rojos.
Como se esperaba, el mejor desempeño le correspondió al sector del comercio y los servicios, que tuvo un crecimiento de 1.7 por ciento a tasa anual, el mejor entre los diversos sectores de la economía.
Las ramas productivas agrupadas en este sector dependen en mayor medida del mercado interno, y este todavía mostró dinamismo en estos meses.
Sin embargo, la caída en la generación del empleo formal en los meses de mayo y junio dio un indicador de que también está perdiendo fuerza.
Lo más preocupante es que la desaceleración de la economía llegó desde el segundo trimestre.
La más reciente encuesta entre especialistas del Banco de México indicaba que el consenso era que en el segundo trimestre del año tuviéramos un crecimiento trimestral de 0.83 por ciento.
Pues en lugar de ese crecimiento, el que ayer reportó el INEGI a tasa trimestral fue de 0.2 por ciento, una cuarta parte de lo esperado.
La trayectoria prevista por el consenso es una desaceleración constante desde ahora y al menos hasta el primer trimestre del 2025, para empezar un repunte a partir del mes de abril del próximo año.
Nada cambia en la trayectoria, pero si no hay algún golpe de timón que modifique las cosas, bien podríamos tener algún trimestre con descenso del PIB en lugar de experimentar crecimiento.
Diversas instituciones financieras han empezado ya a revisar a la baja sus pronósticos para 2024, y algunas lo harán también para 2025.
No estamos en la antesala de una crisis de proporciones mayores, pero será inevitable que veamos un freno notable que se va a acentuar en el sector industrial.