En la medida que, poco a poco, van dimensionándose las implicaciones que para México tiene el triunfo de Donald Trump en la elección presidencial, se pueden ponderar mejor los riesgos de ese hecho.
Ponderarlos no significa desestimarlos, sino darles su dimensión real, en términos de sus probables consecuencias.
Permítame hacer una lista con una serie de puntualizaciones.
1-Trump no va a repudiar el TMEC, como sí pretendió hacerlo con el TLCAN en el año 2017.
En su primera campaña presidencial, Trump calificó al TLCAN como el peor tratado comercial que EU hubiera firmado nunca. Era obvio que tenía que cuestionarlo. Si se logró evitar la salida de EU del Tratado fue por la presión del sector privado norteamericano y de una parte del gabinete de Trump, que recomendó renegociarlo, pero no romperlo, todo con la operación del gobierno mexicano.
El TMEC vigente fue suscrito por Trump. Nada asegura que no quiera cuestionarlo, pero difícilmente planteará que EU salga de “su Tratado”.
2-El adversario más importante de Estados Unidos y de Trump es China y no México.
Hoy, para las autoridades norteamericanas, el tema principal es China. El déficit comercial de EU con los chinos fue de 285 mil millones de dólares en los últimos cuatro trimestres. Con México no es poco, pero llega a los 165 mil millones.
Pero, además, China es contrincante geopolítico y tecnológico.
México puede apalancar su relación con EU a partir del choque que tiene con China.
Para enfrentar a China, Estados Unidos necesita a México. Eso nos da una ventaja.
3-Trump va a chantajear a México para que le ayude en el control de la migración y de la introducción de fentanilo en Estados Unidos.
Trump aprendió del gobierno de López Obrador, cuando en abril de 2019 amagó con imponer aranceles si el gobierno mexicano no ayudaba a contener el flujo migratorio. La respuesta del gobierno de AMLO fue convertir a la Guardia Nacional en policía fronteriza en las dos fronteras. Hoy, México tiene que evitar el chantaje y responder en términos comerciales las amenazas comerciales y no correr a convertirse en instrumento de la política migratoria de Trump.
4-Es tan inocente creer que Trump no va a hacer nada de lo que prometió como imaginar que va a hacer todo a pie juntillas.
Los que conocen a Trump, sobre todo los funcionarios y empresarios mexicanos que estuvieron cerca de la renegociación que dio lugar al TMEC, señalan que hay una vena de Trump que hay que aprovechar, el pragmatismo.
Trump no es un fanático, aunque una parte de su base electoral sí lo sea.
Así que buscará la combinación óptima para maximizar los resultados de sus políticas. Es decir, aquella que le represente la mayor ventaja o los menores costos para EU, y que también sea vendible para su base electoral.
Eso permite imaginar que irá hasta donde la realidad le deje ir con su visión ideológica.
5-Hay que empezar a tejer alianzas con el sector privado de los Estados Unidos.
En 2016, cuando Trump ganó la elección que lo puso en la Casa Blanca, las exportaciones de México a los Estados Unidos eran de 315 mil millones de dólares.
En los últimos doce meses, esa cifra ascendió a 464 mil millones.
Hoy las economías de los dos países están mucho más integradas que hace ocho años y muchas empresas norteamericanas son dependientes de los insumos que les entregan las empresas mexicanas.
Los mejores aliados para asegurar no solamente que el TMEC siga vigente, sino para obligar al futuro presidente Trump a tomar decisiones que no dinamiten esta relación, son las propias empresas de EU.
Con ellas hay que tejer una fina alianza para que trabajen para sus intereses, que en muchos casos son los de México.
Hay razones para preocuparnos por la llegada de Trump a la Casa Blanca, pero hay muchas más para ocuparnos y empezar a desarrollar las estrategias para enfrentarlo antes de que él nos vaya a acorralar.