Perro que ladra no muerde. Ese dicho popular alude a que quien amenaza ruidosamente probablemente no sea tan temible en la realidad.
Si usted imagina quién en el mundo está ‘ladrando’ estruendosamente, acertó. Se trata desde luego del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump.
Una gran discusión que se está dando ahora en todo el mundo, pero sobre todo en México y Canadá, es si el próximo presidente norteamericano cumplirá sus amenazas, si las cumplirá total o parcialmente o si las está empleando solo como una palanca de negociación.
Hay evidencias para cada hipótesis. Los que aseguran que no hay que temer a Trump dicen que prueba de ello es que cuando llegó al poder en 2017 anunció que cancelaría el tratado comercial con México y Canadá. Y pese a todo, éste siguió.
Quienes dicen que sí cumple las amenazas que profiere pueden usar también la evidencia de que sacó a Estados Unidos del TPP, que se perfilaba como el tratado comercial más grande del mundo, sin importarle las consecuencias.
Apenas a los tres días de haber llegado a la Casa Blanca, el 23 de enero de 2017, firmó la orden ejecutiva para sacar a EU del Acuerdo Transpacífico.
Si el Tratado de Norteamérica se mantuvo, no fue porque Trump meramente se arrepintiera. La razón es que hubo mucha energía invertida en México y en Estados Unidos para preservar un acuerdo, así tuviera que renegociarse.
El lunes pasado, Justin Trudeau, el primer ministro canadiense, que cenó con Trump y su equipo hace pocos días, se colocó entre los que piensan que el futuro presidente ‘no solo ladra’.
“Sabemos que lo que dice Trump es en serio”, aludiendo a su amenaza de imponer el 25 por ciento de aranceles.
Agregó Trudeau:
“Esta vez va a ser diferente. Va a ser un poco más difícil. Llegan con ideas más claras de lo que quieren hacer de manera inmediata”.
Es pertinente la referencia de Trudeau, pues en México domina la idea de que sería tan grande el impacto que tendrían los aranceles en la economía norteamericana, que Trump no se va a atrever a imponerlos.
En un reporte de Ian Bremmer, fundador de la firma Eurasia y uno de los analistas de riesgos políticos más influyentes del mundo, quien estuvo en México la semana pasada, señala:
“… Yo diría que el ánimo en México es mixto. Hay un significativo nivel de preocupación respecto a la política interna, mientras que hay un mayor nivel de complacencia del que yo esperaba, en primera instancia entre hombres de negocios, pero también entre funcionarios públicos, acerca de las implicaciones de la administración Trump. Hay el reconocimiento de que lograr acuerdos será desafiante, pero se logrará porque ellos (el próximo gobierno de EU) los necesitan, y después de todo, ya lo logramos en el pasado”.
Desde luego que nada se ganaría si meramente hay preocupación por las decisiones que pueda tomar el gobierno de Trump a partir del próximo 20 de enero.
De lo que se trata es de ocuparse en tratar de evitarlas o atenuarlas. Pero también de desarrollar los planes de contingencia que se emprenderán en caso de que Trump cumpla con sus amenazas.
Hay otro adagio popular que dice que para distraer a un perro bravo no hay nada mejor que ‘arrojarle una chuleta’.
Nos hace falta darle a Trump algunas más, como fue, por ejemplo, la incautación de mercancía pirata y de contrabando en el centro de la Ciudad de México. O también la contención de caravanas de migrantes que se dirigen a la frontera norte o el aumento de la vigilancia en la frontera sur.
Algunos se oponen a este tipo de gestos que señalan que son para los reflectores y resultan poco eficientes.
No estoy de acuerdo, creo que ahora se requieren además acciones de gobierno que tengan visibilidad y que atraigan la atención pública.
Trump es un hombre del espectáculo, y con él hay que persuadirlo.