Si alguien afirma que sabe con precisión lo que va a ocurrir con la economía a partir del lunes 20 de enero, en realidad está alardeando.
Las implicaciones del arribo de Donald Trump a la Casa Blanca son inciertas.
Algunos piensan que va a aplicar absolutamente todas las medidas extremas que ha propuesto, tanto en materia de aranceles, así como en migración o en seguridad.
Visualizan, por lo mismo, un 2025 envuelto en una recesión económica global derivada de una guerra arancelaria entre múltiples países con Estados Unidos, y también un caos derivado de las deportaciones masivas, así como de la instrumentación de operaciones militares quirúrgicas en México realizadas de manera unilateral.
Este conjunto de hechos que parece tan terrible, constituye un escenario posible.
Pero también lo es, el de los que piensan en un Trump, que aun cuando esté radicalizado y empoderado por su triunfo electoral de noviembre, va a ser pragmático y va a tomar las medidas que le reditúen el mayor beneficio y el menor costo.
No estará dispuesto a pagar el costo de generar una recesión global por la aplicación de aranceles, ni tampoco aceptará que se produzca un caos como producto de las deportaciones.
Ayer mismo surgió la versión de que su equipo económico está estudiando la imposición gradual de aranceles para reducir el impacto inflacionario de las medidas.
No hay ninguna garantía de que domine el pragmatismo, pero este escenario también es posible.
Por eso estamos en la incertidumbre. Hay diversas posibilidades y no sabemos lo que ocurrirá.
En esta condición, los gobiernos, las empresas e incluso las personas, requerimos establecer estrategias para salir lo mejor librados de esta circunstancia.
Lamentablemente, esta coyuntura derivada de lo que pasa en EU se suma en México a la que se deriva de la aplicación de las reformas constitucionales, de manera destacada, la del sistema judicial.
El gobierno ya ha estado tomando algunas acciones preventivas, como la colocación de un conjunto de bonos en moneda extranjera, que suman 8 mil 500 millones de dólares para asegurar la cobertura de los vencimientos de la deuda pública externa de este año.
Las empresas deben seguir el ejemplo. Un escenario de un tipo de cambio alto y un crecimiento muy bajo o incluso estancamiento, requiere estrategias de cobertura financiera, selección adecuada de las líneas de negocios y prudencia a la hora de invertir y gastar.
Ante la posibilidad de que, en algún momento de este año, si como resultados de los aranceles, la inflación crece, las tasas de interés podrían irse de nuevo para arriba, por lo que podría ser conveniente para las empresas hacer colocaciones de bonos antes de que el costo financiero suba o para las personas, tomar créditos a tasa fija.
En otros casos, tal vez lo más adecuado fuera desendeudarse. Depende de cada circunstancia.
No es imposible tampoco que pueda haber disrupciones en la cadena de suministro, por efecto de una guerra arancelaria, en caso de que ocurra.
Las empresas deben identificar las vulnerabilidades en sus provisiones y hacer planes de contingencia, si, por ejemplo, tienen insumos que provienen de China y eventualmente podrían tener incrementos de sus costos.
Muchas personas me preguntan una y otra vez si es momento de comprar dólares.
Ayer, el precio de la divisa norteamericana cerró en 20.48 pesos por dólar.
No sabemos a cuánto subirá luego del discurso inaugural de Trump el próximo lunes y de las órdenes ejecutivas que firmará, y que se estima que serán alrededor de 100.
No quisiéramos que esa fuera la realidad, pero allí está y tendremos que lidiar con ese entorno y sobrevivir y de ser posible, prosperar.
Más vale que nos vayamos acostumbrando.