Coordenadas

Los popotes de Trump

La postura de Donald Trump contra las iniciativas ESG, diversidad e inclusión, y políticas ambientales representa una amenaza para el progreso y para la cooperación global.

Aunque el mundo ha puesto atención a las iniciativas del presidente Donald Trump relacionadas con los aranceles o Ucrania, actualmente está impulsando una revolución silenciosa destinada a transformar el ambiente corporativo, no solo en Estados Unidos sino en todo el mundo.

Trump volvió al escenario político con un mensaje diseñado para resonar con su base conservadora, rechazando frontalmente las iniciativas ambientales, sociales y de gobernanza (ESG por sus siglas en inglés), programas de diversidad e inclusión, e incluso temas aparentemente simples como la lucha contra los popotes de plástico.

Con el argumento de que la visión ESG distrae de la rentabilidad y la eficiencia empresarial, Trump ha logrado captar la atención mediática y empresarial. Grandes corporaciones que habían adoptado estos principios ahora dudan sobre mantener públicamente su compromiso. La amenaza no es menor; bajo la administración Trump, cualquier apoyo explícito a iniciativas sociales o ambientales rápidamente se convierte en blanco de críticas desde el aparato político.

Un claro ejemplo es el sector financiero. BlackRock, uno de los gestores de activos más grandes del mundo, ha enfrentado fuertes presiones políticas y mediáticas tras comprometerse con criterios ESG para sus inversiones. Gobernadores republicanos cercanos a Trump, como Ron DeSantis en Florida, amenazaron con retirar fondos estatales administrados por BlackRock debido a su supuesta “agenda woke”.

Esta presión también ha llegado al ámbito de la diversidad e inclusión en grandes empresas estadounidenses. Compañías como Disney han sufrido ataques directos desde círculos republicanos por sus políticas internas que promueven la diversidad racial y sexual. Como consecuencia, muchas organizaciones han optado por disminuir la visibilidad pública de estas iniciativas para evitar convertirse en objetivos políticos.

El presidente Trump tampoco oculta su rechazo hacia los esfuerzos por combatir el calentamiento global, tema crucial en la agenda internacional. Trump ha señalado reiteradamente que la lucha contra el cambio climático es exagerada, llegando incluso a burlarse públicamente de iniciativas ambientales, como la mencionada eliminación de los popotes de plástico. Aunque esto pueda parecer trivial para algunos, Trump ha convertido el asunto en símbolo de supuesta interferencia regulatoria excesiva en la vida cotidiana, e incluso llegó a vender popotes de plástico en su página web como un gesto de desafío político.

Ya en el poder, el pasado 11 de febrero firmó una orden ejecutiva para permitir nuevamente el uso de popotes de plástico, que habían sido prohibidos durante la administración de Biden.

El impacto va más allá de lo anecdótico. La decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, efectiva hasta 2026, ya representa un significativo retroceso en los esfuerzos internacionales para reducir las emisiones contaminantes. Sus continuas declaraciones y posiciones políticas generan incertidumbre sobre el compromiso futuro del país en materia climática, debilitando así la capacidad de las empresas para planificar estrategias sostenibles a largo plazo.

Otro ejemplo tangible es la reacción de empresas petroleras y automotrices. Gigantes como ExxonMobil o General Motors han moderado recientemente sus discursos sobre sostenibilidad ante la amenaza de posibles represalias políticas o financieras. La consecuencia inmediata es un clima de incertidumbre para inversionistas y consumidores preocupados por el medioambiente.

Estos ataques frontales han provocado polarización, pero también han movilizado a numerosos sectores empresariales que consideran las iniciativas ESG como esenciales para la sostenibilidad económica, social y ambiental futura. Empresas tecnológicas como Apple y Microsoft mantienen públicamente sus compromisos a pesar de las presiones políticas, demostrando que existe resistencia en ciertos sectores empresariales ante la retórica anti-ESG promovida por Trump.

En definitiva, la postura de Donald Trump contra las iniciativas ESG, diversidad e inclusión, y políticas ambientales representa una amenaza no solo para el progreso de estas agendas en Estados Unidos, sino también para la cooperación global en asuntos cruciales como el cambio climático.

La interrogante actual es si las empresas estadounidenses lograrán resistir la presión política para preservar su visión a largo plazo, o sucumbirán a las exigencias del entorno inmediato definido por Trump.

Por ahora, el futuro empresarial estadounidense se debate entre el avance hacia la sostenibilidad y un retorno al conservadurismo más radical.

Ya veremos qué prevalece en el largo plazo.

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