Perspectiva Bursamétrica

¿Otra que dejaremos ir? El plan de infraestructura de Biden

El nuevo plan de inversión en infraestructura anunciado por el presidente Biden hace unos días por 2.2 billones de dólares a ocho años representan importantes oportunidades para México.

El autor es presidente de Bursamétrica.

Nos hemos referido en otras ocasiones en esta misma columna a las oportunidades que se le presentan a México ante los cambios en la esfera política y de políticas públicas y económicas en Estados Unidos. Ningún otro país en este planeta tiene las circunstancias que tiene México para poder aprovechar estos cambios en la economía más grande del mundo al máximo.

Con recursos naturales en abundancia, con todo tipo de climas, con miles de kilómetros de litorales con minerales de toda clase, con una frontera compartida por más de dos mil kilómetros, con mano de obra calificada, barata, y con un grado de integración profunda con EU y Canadá en el TLCAN/TMEC desde hace más de 30 años. ¿A qué tasa debiera de haber crecido nuestra economía en promedio? ¿No estaremos haciendo algo mal?

Si analizamos un poco hacia dónde va Estados Unidos y le agregamos la condición de la guerra comercial con China que no ha terminado con la toma de posesión del presidente Biden, sino que más bien tiende a intensificarse, realmente estamos hablando de una nueva oportunidad histórica.

Del lado monetario, como parte del plan de recuperación, la Reserva Federal está inyectando 120 mil millones de dólares mensuales a la circulación, a través de sus programas de compras de bonos, y mantiene el costo del dinero en mínimos; el objetivo de su tasa de referencia está en 0.0-0.25 por ciento, además de sus programas de swaps con diversos bancos centrales.

Del lado fiscal, el Congreso norteamericano aprobó un tercer plan de estímulos fiscales por un importe de 1.9 billones de dólares (10 por ciento del PIB). El conjunto de planes de estímulo fiscal aprobados representan ya 25 por ciento del PIB.

Le platique la semana pasada que la pandemia generó un ahorro global excedente generalizado de magnitudes colosales, que en su momento profundizó la contracción económica global, pero que ahora puede convertirse en un motor adicional muy relevante para la recuperación económica global. De acuerdo a las estimaciones de Bloomberg para el mundo desarrollado, y añadiendo estimaciones de Bursamétrica para países emergentes, el importe del ahorro pandémico global excedente podría sumar más de 3.5 billones de dólares en el mundo.

Ahora le agregamos a la licuadora el nuevo plan de inversión en infraestructura anunciado por el presidente Biden hace unos días, por 2.2 billones de dólares a ocho años (11 por ciento del PIB). Este programa tiene cuatro componentes y todos ellos representan importantes oportunidades para México.

El primero de ellos es por un monto de 620 mil millones de dólares (62 por ciento del PIB de México) para el sector transporte. Se trata de la modernización y ampliación de los puentes y freeways de los años 50; modernización y ampliación de las redes de ferrocarriles; la transformación de las unidades móviles a eléctricos, y de otras fuentes de energía.

El segundo tramo por 650 mil millones de dólares (65 por ciento del PIB de México) está destinado a iniciativas para mejorar la calidad de vida de los hogares con fuertes inversiones en recursos hidráulicos, infraestructura de salud y ancho de banda de alta velocidad 5G para todo el país.

El tercer elemento es una inversión de 580 mil millones (58 por ciento del PIB de México) para fortalecer al sector manufacturero, en particular un segmento de 180 mil millones de dólares para investigación y desarrollo no militar registrado. El cuarto segmento, resulta de un importe contemplado en 400 mil millones para mejorar la atención a personas mayores y discapacitadas.

Imagínese las oportunidades que todo esto representa para México en el ramo del acero, cobre, aluminio, silicio, molibdeno, ferroaleaciones, y demás sectores de la minería, en los materiales de construcción.

Lo tenemos todo, y no tenemos nada. Una economía destruida, muchísimas empresas cerradas o heridas profundamente, un sector educativo abandonado, una banca de desarrollo muerta, una crisis de desconfianza en donde impera una creciente inseguridad, la continua falta de respeto al Estado de derecho, a la división de poderes; un esquema fiscal poco amigable a la inversión y al empleo, cambio de reglas inconstitucionales sorpresivas, ocurrencias continuas sin sentido desde el gobierno y desde el Congreso, un modelo económico suicida. Todo esto se refleja claramente en los niveles de inversión, con una contracción cercana a 20 por ciento anual, a pesar de todo este panorama prometedor que hemos expuesto. ¿No podríamos aprovechar de una mejor forma la disciplina fiscal, una banca bien capitalizada, un banco central autónomo de prestigio internacional, las instituciones, las líneas de crédito internacionales, el grado de inversión de la deuda soberana, y la ventaja de la integración comercial con nuestros vecinos?

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