Le veníamos anticipando hace dos semanas que el crecimiento del IGAE de abril podría ser de 23 por ciento anual, cifra estimada por nuestro indicador más adelantado denominado el IBEM. La semana pasada el Inegi publicó su Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE), que nos da una estimación preliminar de 20 por ciento anual para el IGAE de abril.
Los analistas del sector privado están gradualmente revisando al alza sus pronósticos de crecimiento para este año, pero van todavía muy atrasados, con un 4.76 por ciento. El pronóstico lanzado anteriormente por Arturo Herrera y Gabriel Yorio, secretario y subsecretario de Hacienda que anticipaban un crecimiento de 5.3 por ciento anual, y que entonces se veía superoptimista, va a empezar a verse como conservador. El subgobernador Jonathan Heath ha expresado que “en un parpadeo” e igual crecemos al 7.0 por ciento anual este año. ¿Qué tan probable es que se logre un crecimiento de esa magnitud, y que está influyendo para que se dé tal dinamismo?
Basándonos ahora en nuestro indicador IBAM para abril −más preciso que el IBEM−, estamos llegando a una estimación del IGAE de +22 por ciento anual. Esta cifra es lógica, como ya lo hemos explicado, porque la base de comparación es bajísima, abril de 2020, en donde las medidas de confinamiento anti-Covid cerraron las actividades no esenciales drásticamente y la economía cayó 20 por ciento anual.
Pero déjeme comentarle que no sería extraño que la variación de mayo sea ligeramente mayor, dado que en mayo del año pasado la caída se profundizó un poco más. Ya después, a mediados de junio del año pasado, las actividades empezaron a reabrirse gradualmente. Nuestra estimación para el segundo trimestre la podríamos ubicar en un crecimiento de 20 por ciento anual. El primer semestre crecería en 8.7 por ciento anual.
Nuestra estimación para el tercer trimestre es que se observe un crecimiento de alrededor de 6.8 por ciento anual y para el cuarto trimestre podría ser de 2.5 a 3.0 por ciento. Con esto, el crecimiento del PIB en todo el año podría ser de 6.8 por ciento anual. Se ve espectacular y difícil de creer, pero esto es sobre todo una ilusión estadística, por la base comparativa bajísima. Con este crecimiento, estamos recuperando tan solo cerca de 2/3 de lo perdido en 2019 y la pandemia.
Por otra parte, y muy importante, es que la evolución de la actividad económica es sumamente diferenciada. Solo está creciendo el sector exportador, que se tiene en las manufacturas y un amplio segmento del campo mexicano. El resto de la economía, que es más de 60 por ciento del PIB, no lo está haciendo en la misma velocidad. Muy diversos sectores se encuentran totalmente estancados.
La economía ha sufrido un daño estructural sin precedentes. Y el problema es que la política económica no solo no ayuda, sino que le impacta negativamente. Decisiones erráticas de políticas públicas, el continuo incumplimiento del Estado de derecho y de las reglas y contratos preestablecidos, diversas iniciativas de ley que espantan a los agentes económicos, un modelo económico inconsistente y poco robusto, por no decir suicida, la pérdida de las instituciones, y el deterioro del aparato gubernamental ante la exagerada austeridad, que se manifiesta en afectaciones a todos los sectores económicos, son factores que tienen al país en una grave crisis de confianza que hace a la inversión privada anémica, a pesar de tener un país inmensamente rico, y contar con la asociación al bloque económico más importante del mundo, con el TMEC.
Estamos a unos días de las elecciones intermedias, una excelente e importante oportunidad para la sociedad y para el propio gobierno de revisar lo que estamos haciendo mal, y de corregir el rumbo.
El autor es presidente de Bursamétrica.