El Banco de México revisó recientemente sus pronósticos para este año, reduciendo su estimación del PIB a 2.4 por ciento anual desde un nivel superior a 3.0 por ciento previo. Unos días después publicó los resultados de su encuesta mensual entre los analistas del sector privado. Estos redujeron su pronóstico medio del PIB de 2.2 por ciento a 2.0 por ciento anual; la dispersión de los pronósticos se abre desde 1.1 por ciento hasta 2.6 por ciento anual. Al mismo tiempo incrementaron su previsión de inflación a 4.68 por ciento anual y en la subyacente la situaron ligeramente debajo de la general, en 4.62 por ciento anual.
El Dr. Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México, advirtió que hay riesgos que podrían mermar esta perspectiva, y que este año se crezca menos de 2.0 por ciento. A principios del año solo habíamos dos instituciones con pronósticos inferiores a 2.0 por ciento; Citigroup Banamex y Bursamétrica. Ahora hay varios bancos con pronósticos en el rango de 1.0 por ciento, entre los que destacan Bank of America y Credit Suisse.
Enfocándonos en las estimaciones preliminares (Indicadores Nowcasting) de lo que podría ser el crecimiento del primer mes del año, ya conociendo algunos datos duros del mismo, tenemos lo siguiente: Bursamétrica con su indicador más oportuno, el IBEM, estimó un incremento anual de 0.9 por ciento. El Inegi, con su Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) estimó días después un incremento de 0.7 por ciento anual. Con nuestro indicador IBAM que es más exacto, y contando con más datos, estimamos un incremento de +0.4 por ciento anual, lo que publicamos la semana pasada. Llama la atención de que ninguno de estos indicadores llega a estimar ni siquiera 1.0 por ciento anual para enero.
Ahora que se tienen menos contagios de omicrón en el mundo, pero que ya inició la invasión de Rusia a Ucrania, es posible que, como ya lo hemos apuntado, se tenga un mayor incremento en los precios de los hidrocarburos y de la energía eléctrica en todo el mundo, y ante la suspensión de la producción de granos de Rusia y Ucrania, es factible ver mayor inflación en los mismos. El petróleo está alcanzando los máximos históricos de 120 dólares por barril y el gas natural 5 dólares por millón de BTUs. También vamos a tener escasez en diversos metales como el aluminio, el paladio, el titanio, el platino y el níquel, con lo que se verán afectadas nuevamente diversas industrias como la automotriz, la aeroespacial, la telefonía celular, química, metal mecánica, etcétera.
Hasta ahora no se ve factible que se pueda dar una salida diplomática rápida del conflicto, aunque es lo más deseable. Más bien, se puede dar una prolongación del conflicto y por lo tanto de la incertidumbre, y de la disrupción de las cadenas de suministros globales y de las presiones inflacionarias. Esta circunstancia podría abarcar por lo menos un periodo de entre cuatro a seis meses. Es por esta razón que en Bursamétrica hemos construido un escenario alternativo, en donde tratamos de medir el posible impacto de esta compleja encrucijada para la economía global y en nuestra economía.
El escenario nos lleva a revisar a la baja el pronóstico de crecimiento de la economía de EU hacia un 2.2 por ciento en lugar de un pronóstico de crecimiento de 3.5 por ciento que se tenía previsto antes del conflicto con Ucrania. El efecto más negativo lo centramos entre el segundo y el tercer trimestres. De lado de la inflación, estimamos una inflación de 4.5 por ciento en EU.
Para México estamos incorporando diversos efectos: Por una parte las finanzas públicas tendrían que sufrir un ajuste en el Presupuesto de Egresos, al reconocerse un mucho menor incremento en los ingresos, a excepción de los precios del petróleo. Si para este año se realizó una cobertura a un precio promedio de exportación de petróleo en alrededor de 55 dólares, estamos en el peor de los mundos: Nuestros ingresos se verán disminuidos por una pérdida en los contratos de cobertura, mientras que los precios de importación de gasolinas y de gas natural en los que no se hace ninguna cobertura, los tiene que amortiguar el gobierno mediante un IEPS negativo, en el que no solo deja de cobrar sino que tiene que pagar el subsidio, para no repercutir al 100 por ciento los incrementos de los precios internacionales.
Con una caída en la actividad económica la recaudación se le cae al SAT de manera significativa. El Presupuesto planteó un ambicioso incremento real en la recaudación de impuestos por el supuesto de un crecimiento de 4.1 por ciento anual en el PIB. Ante esto la SHCP tiene estos principales cursos de acción: incrementa los impuestos, o disminuye los gastos, o incrementa su déficit fiscal, lo que va totalmente en contra del pensamiento del Presidente, porque implica una mayor deuda del país. Es previsible que las finanzas de los estados sufrirán gravemente el impacto de menores transferencias de recursos por parte de la Federación.
Si en adición al tremendo impacto previsible en las finanzas públicas agregamos en el escenario una menor demanda mundial, que implica menores exportaciones, la continuación de la escasez de suministros y materias primas, la persistencia de una inflación elevada a nivel global, en particular la inflación al productor, y la raquítica inversión fija bruta de capital en nuestro país, llegamos a una estimación de una contracción de la economía mexicana de 2.5 por ciento anual, con una inflación de 5.8 por ciento anual. Es decir, un escenario de estanflación.
Parecer que el destino se encarga de cobrar el descuido de haber agotado los fondos de reserva de los ingresos del gobierno federal, en gasto clientelar, el haber trastocado constantemente la confianza de los agentes económicos, mediante políticas públicas contrarias a la inversión privada, el permitir la inseguridad, el violentar constantemente la Constitución y el Estado de derecho con actos de corrupción y actuando en contra de las instituciones y de las reformas estructurales.
El autor es presidente de Bursamétrica.