El peso mexicano se apreció un poco más de 5 por ciento en 2022 y se ha colocado por debajo de los 19 pesos por dólar al inicio de 2023. ¡Se habla del superpeso! Hay quien ve en esto una muestra del éxito económico del Gobierno Federal. Otros opinan diferente. ¿Qué se puede inferir de la fortaleza del peso?
En mi experiencia, es común que los mexicanos identifiquen devaluaciones con fracasos económicos. Por analogía, la estabilidad o apreciación del tipo de cambio se ve como muestra de aciertos en la conducción de la política económica. Es natural que esto pase, aunque no necesariamente es correcto.
El buen desempeño económico del llamado Desarrollo Estabilizador en México se interrumpió con una fuerte devaluación del peso en 1976, como consecuencia de un aumento del gasto público deficitario. A partir de esa devaluación, nuestro país empezó a tener crisis sexenales acompañadas de caídas en el valor del peso con respecto al dólar. La última de estas crisis, la de 1995, se detonó a partir del llamado ‘error de diciembre’, una devaluación brusca y desordenada de la moneda.
Me parece que es por lo anterior que los mexicanos tenemos una “fijación” con el tipo de cambio. Estamos continuamente pendientes de cualquier indicio de una posible devaluación y pareciera que le tememos al tipo de cambio más que a nada. O, cuando menos, eso nos pasa a las generaciones que sufrimos estas crisis.
De esta forma, es normal que asociemos devaluaciones con errores de política y crisis económicas. Lo que no necesariamente es cierto es que una apreciación sea un indicador de que todo marcha bien en una economía. Es importante considerar que, actualmente, el tipo de cambio es libre, esto es, se ajusta día a día a las condiciones de oferta y demanda de dólares del mercado.
Un tipo de cambio libre responde a cambios en los flujos de divisas procedentes de transacciones con el exterior: exportaciones, importaciones, remesas, inversiones, etc. El funcionamiento interno de una economía puede influir en estas variables, pero no necesariamente se puede concluir que una apreciación es consecuencia de un buen manejo macroeconómico.
Por otro lado, también vale la pena preguntarse si es bueno que el peso se fortalezca. Hay ventajas y desventajas. Lo positivo es que, de cierta forma, nos enriquece frente al resto del mundo. Se vuelve más barato vacacionar fuera del país o comprar productos o insumos del exterior. También es más fácil pagar deudas en dólares y puede tener un efecto positivo en la inflación.
Por su parte, lo negativo de una apreciación del tipo de cambio es que encarece al país con respecto al exterior. Se eleva el costo de la producción nacional y puede ser un factor en contra de la inversión extranjera directa. También puede afectar las exportaciones y el turismo. Por otro lado, por cada dólar enviado en forma de remesas, las familias receptoras obtienen menos pesos.
Más allá de lo positivo y lo negativo de estos movimientos en el valor del peso, se puede afirmar que el contar con un tipo de cambio flexible es ventajoso. El valor del peso frente a otras divisas se ajusta diariamente a las condiciones de mercado y esto evita la necesidad de ajustes violentos en su cotización. Una devaluación repentina puede causar diversos problemas económicos; los mexicanos lo sabemos por experiencia. Un tipo de cambio flexible disminuye la probabilidad de que esto suceda. El verdadero acierto de las autoridades económicas es el mantener un tipo de cambio flexible.
Una apreciación del tipo de cambio tiene ventajas y desventajas. El punto es que no se puede evaluar el desempeño general de la economía sólo a partir del comportamiento del tipo de cambio. La estabilidad o apreciación cambiaria es compatible con un buen o mal funcionamiento de la economía nacional. La mayor ventaja del tipo de cambio es su flexibilidad porque ayuda a evitar un desajuste del tipo de cambio que desemboca, tarde o temprano, en un ajuste brusco con desastrosas consecuencias económicas.