Siento vergüenza de vivir en México en este momento. Un mal tiempo para la justicia y la verdad.
Me avergüenza tener un presidente fanfarrón y mentiroso, que predica pobreza y permite a su familia y a sus cercanos enriquecerse.
Me avergüenza ver el pecho del secretario de la Defensa cubierto de medallas justo en el momento en que veo al Ejército replegarse frente a los criminales, justo cuando veo a los soldados ser humillados, escupidos y pateados en el suelo.
Siento una profunda vergüenza al ver cómo manipulan con propaganda la esperanza de los más pobres. Les prometieron que serían “primero los pobres”, y sí, fueron los pobres los primeros y los que más murieron por Covid, fueron los pobres los primeros y los más perjudicados por las ocurrencias “económicas” del presidente (5 millones más de pobres que en 2018).
Siento vergüenza al ver cómo alimentan la fe de los más crédulos, de los que se enteran de cómo va México en las mañaneras sin saber que López Obrador ha dicho en ese espacio más de 80 mil mentiras documentadas.
Sentí una profunda vergüenza al ver cómo López Obrador degradó el año pasado la ceremonia del 16 de septiembre al cederle la palabra al dictador cubano, que pocos meses antes había reprimido a su pueblo por pedirle libertad.
Me avergüenza ver el bajo nivel de los subordinados del presidente (90 por ciento de lealtad, 10 por ciento de capacidad). Un ingeniero agrónomo para Pemex, un abogado del fraude para dirigir la CFE, una analfabeta funcional para la Secretaría de Educación Pública.
Siento pena ajena al ver el ridículo internacional que está haciendo el presidente al proponer para el mundo un plan de paz bobo que además le hace el juego al dictador ruso.
Siento vergüenza, mucha vergüenza, al ver la forma en que se está enfangando con ideología la mente de los niños en las escuelas. En 15 años esos niños serán jóvenes inútiles con telarañas en la cabeza.
Siento vergüenza de la oposición. Incapaces de enfrentarse al presidente y su gobierno porque, dicen, todos tienen cola que les pisen.
Me avergüenza pensar que tenemos una oposición débil por corrupta, con una evidente falta de miras, timorata y sin agallas.
Me avergüenza ver la desorganización, la falta de unión, de la sociedad civil, para enfrentar al mal gobierno.
Me avergüenza hasta la nausea el papel interesado de los que defienden al gobierno con mentiras y sofismas, los Epigmenios que reciben cientos de millones por justificar al gobierno, los moneros de La Jornada que siguen criticando a Calderón como si todavía fuera presidente (para ellos es obvio que en verdad lo sigue siendo).
Me avergüenza, como me avergonzó en el pasado, el papel sumiso de la televisión abierta, que multiplica durante todo el día las mentiras matutinas del presidente.
Me apena infinitamente que, según The Lancet, México haya sido uno de los países que peor enfrentaron la pandemia. Siento escalofrío al escribir que más de 700 mil mexicanos murieron por la negligencia de este gobierno.
Siento bochorno, coraje y pena de ver la sonrisa de López-Gatell en los actos de gobierno. Su mayor éxito, la muerte de cientos de miles de mexicanos.
Siento vergüenza de los mexicanos que, en su inmensa mayoría, creen que los militares van a contener la violencia que nos acosa. Parecen no darse cuenta de la trampa en la que voluntariamente están entrando.
Me avergüenza el papel de adorno que las mujeres en el gabinete de López Obrador han decidido asumir, mientras el presidente desprecia a las feministas, desaparece las estancias infantiles, blinda el Palacio Nacional como nunca lo había yo visto de tal modo que las mujeres no se le acerquen con sus demandas.
Siento vergüenza del deshonroso papel del Congreso, vergüenza del regreso de los diputados levantadedos que sólo sirven de tapete, vergüenza de los senadores morenistas que le han aprobado todo al presidente.
Me da pena ajena el humillante papel de las “corcholatas” del presidente. Hasta con el nombre ridiculiza a sus peones. Ellos se dan cuenta y asumen el costo, tal es su hambre de poder, que no tiene nada qué ver con el bien de México.
Siento vergüenza del presidente que es incapaz de recibir a las madres de los desaparecidos, que arañan la tierra en busca de sus hijos, y en cambio presume de recibir a cuanto beisbolista gringo que le toca la puerta.
Me avergüenzo de vivir en este México al que hemos dejado podrir lentamente. Un México polarizado, herido y roto.
Me avergüenza vivir en un país en el que la justicia está prostituida, la pobreza crece y la mentira cada mañana nos cubre con su manto de baba y de mentiras, de rencor y propaganda.
Siento vergüenza de vivir en un país gobernado por alguien que predica el odio y la división entre los mexicanos. Una profunda e inmensa vergüenza.
“La vergüenza es ira vuelta contra uno mismo: si una nación entera se avergüenza es león que se agazapa para saltar” (escribió Marx a su amigo Arnold Ruge).