Hay algo esquizofrénico en señalar al gobierno federal en pacto con el narco y al mismo tiempo señalarlo en alianza profunda con las Fuerzas Armadas.
Cierto es que hemos visto cosas peores. Por ejemplo, recomendar a las familias que salgan a pasear y comer porque la pandemia “no es tan grave” y además “está controlada”. Esa política del detente provocó más de 700 mil muertos. El que debía cuidar, descuido al máximo. Es decir, que sí es posible desarrollar una doble política, aunque parezca algo esquizofrénico: Fuerzas Armadas y narcos, agua y aceite, ¿agua y aceite?
Es probable que la soldadesca fumando mariguana montados en los trenes durante la Revolución Mexicana sea la primera aparición pública de la connivencia entre el soldado y la droga. Los norteamericanos de principios del siglo XX declararon prohibidas ciertas yerbas y sustancias, y el gobierno mexicano los tuvo que seguir en esto. Al declarar prohibidas las drogas entraron en acción policías y militares. Las aduanas y las cárceles se transformaron en centros neurálgicos de distribución, ambas instituciones controladas por soldados.
Todas las grandes operaciones contra la droga en México a lo largo de los siglos XX y XXI han estado comandadas por el Ejército. A la luz de los resultados podemos colegir que ha sido un rotundo fracaso. Más de cien mil muertos por fentanilo en Estados Unidos y más de ciento treinta mil muertos en México a causa de la violencia relacionada con el combate contra la droga. Doscientos mil muertos como resultado de la estrategia actual, es un desastre, por donde se le mire. Sin contar las víctimas colaterales, familia, viudas, huérfanos, desplazados, desaparecidos.
El Ejército al frente del combate y la estrategia contra el tráfico de drogas ha fracasado. La iniciativa que el presidente busca impulsar –ahora a través de unas inconstitucionales consultas populares– plantea: que los militares encabecen el combate. ¿Y cuál es la estrategia, cuál ha sido la estrategia durante estos últimos cuatro años?
Según dice el gobierno: atender las causas y no apagar el fuego con fuego, cese a la violencia. Ya como presidente electo, López Obrador declaró que, si por él fuera, desaparecería al Ejército, lo convertiría en una fuerza de paz. Un Ejército que no enfrenta, que rehúye. Un Ejército cuya orden es no confrontar, no perseguir, reconocer al narco su territorio, un Ejército al que se le ordena liberar a los hijos del narco como gesto de concordia, saludar a la madre del narco por cortesía. La estrategia: no queremos pelea, el Ejército es de paz, no tenemos problema con que trasladen la droga al otro lado. Resultado de la estrategia: la mayor violencia criminal en tiempos modernos. Más de 130 mil muertos en México, más de 100 por fentanilo en Estados Unidos. ¿Qué se va a hacer contra eso?
Lo que ya sabemos que no funciona. El Ejército contra el narco. Una guerra perdida mientras seamos el país pobre que surte de drogas al país rico.
A mediados de 2021 se llevaron a cabo elecciones en varios estados de la República. Hay evidencia de que en Michoacán, Colima, Nayarit, Sinaloa, Sonora y Baja California participó el narco para definir sus candidatos, que resultaron ser también los de Morena. Este año, en Tamaulipas, se volvió a repetir la operación. El Ejército conoce perfectamente bien esta situación. No le han dado órdenes de enfrentarse a quien ha llevado a cabo esos fraudes. Esos estados, gobernados por quienes llegan ahí apoyados por los narcos, conviven en armonía con los militares y la Guardia Nacional. A esa paz aspira el presidente. Un gobierno que puede hacer convivir al Ejército y los narcos. Un Ejército supeditado al narco. Lo acabamos de volver a ver en las revelaciones de la periodista Peniley Ramírez en relación al caso de los 43 estudiantes desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa. Fueron secuestrados, asesinados, mutilados y escondidos sus restos. Luego el gobierno organizó una labor de limpia. ¿Qué imagen aparece con claridad luego de tantos años de niebla? La del Ejército y el narco, y como contexto, las policías corruptas.
En Colombia el narco se alió con la guerrilla y la pesadilla se multiplicó. En México, más pragmáticos, el narco se alía con las Fuerzas Armadas teniendo como contacto al Ejecutivo. Y por lo que se ve, a los Ejecutivos locales, que copian lo que el centro hace.
El Ejército y el narco, en una relación que lleva décadas, decidieron recientemente no enfrentarse, siguiendo las instrucciones del presidente. Éste creía que la guerra (del Ejército) contra el narco que emprendió Calderón era causante de la violencia. Por eso, unilateralmente, cuando acaba de asumir el cargo, dio por terminada la guerra contra el narco. Para su sorpresa, pero no así para los expertos, la violencia no cesó. Los grupos dispersos continuaron enfrentándose. La violencia no tiene para cuándo acabar. Los territorios, las plazas, las vías, siguen en funcionamiento, Mientras haya quien pague, seguirá funcionando esta alianza, continuará la violencia. Esquizofrenia no, pragmatismo.