Están a punto de alcanzar la Presidencia. Durante este sexenio conquistaron las posiciones más altas, en el oficialismo y la oposición. Más que cualquier otro grupo de presión, son las únicas que hacen temblar al presidente. A pesar de ser un país odiosamente machista, es muy probable que una mujer dirija el destino de México en los próximos años.
Es un lugar común afirmar que la única revolución triunfante y en ascenso ha sido la revolución feminista. Excluidas de ejercer el voto hasta mediados del siglo pasado, lenta y consistentemente han escalado a las máximas instancias de poder. Hay alcaldesas, diputadas, senadoras y gobernadoras. El segundo cargo más importante luego de la Presidencia, la Secretaría de Gobernación, ha sido ocupado por dos mujeres en este gobierno: Olga Sánchez Cordero y Luisa María Alcalde. El cargo más alto de la Suprema Corte de Justicia lo detenta una mujer: Norma Piña. El instituto electoral, responsable de las cruciales elecciones del 2024, lo dirige Guadalupe Taddei. Encabeza las preferencias electorales en Morena Claudia Sheinbaum y en el Frente Amplio se disputan la candidatura Xóchitl Gálvez y Beatriz Paredes. La obra emblemática de este gobierno, la refinería de Dos Bocas, ha estado a cargo de Rocío Nahle. La revolución feminista está en marcha y todo apunta que van a ganar.
El desastre en México tiene rostro masculino: López Gatell y los 800 mil muertos por Covid; Juan Antonio Ferrer y el hundimiento del Insabi; Luis Crescencio Sandoval y su fracaso en el intento de contener la inseguridad y en la lucha contra el narco; los mediocres dirigentes de la oposición son hombres: Alejandro Moreno, Marko Cortés, Dante Delgado, Jesús Zambrano; los sanguinarios barones del narco son varones; hombre es nuestro presidente machista que nunca ha querido reunirse ni con los grupos feministas ni con las madres de los desaparecidos. Es hora de que el poder cambie de manos.
En una República de machos, las mujeres han ganado la batalla en casi todo el país sobre el aborto. López Obrador las maltrató al suprimir los refugios para mujeres violentadas, las escuelas de tiempo completo, las estancias infantiles, medidas que la mujer que llegue al poder tendrá que revertir.
En las marchas a favor del INE participaron en su mayoría hombres y mujeres mayores de edad. En las marchas feministas acuden niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres maduras, y lo hacen con una fuerza y una furia que los hombres silenciosamente admiramos. Para protegerse de ellas, el presidente ha cercado el Palacio Nacional con vallas metálicas de tres metros de altura. Nada le causa mayor temor al presidente que los reclamos de las mujeres.
Surgió un exitoso medio de comunicación —Opinión 51— integrado por mujeres que investigan y escriben de temas que los hombres no sabemos abordar. Las mujeres dominan la escena literaria mexicana: novelistas como Fernanda Melchor, Brenda Navarro y Cristina Rivera Garza, ensayistas como Malva Flores y Tedi López Mills, poetas como Elisa Díaz Castelo y María Baranda. Lo mismo puede decirse en la música y la pintura. La voz cantante de las artes en México pertenece a las mujeres. Y sin embargo, en este país y bajo este gobierno, asesinan a once mujeres todos los días. Las mujeres siguen ganando menos por desempeñar los mismos cargos que los hombres. La violencia política de género —a pesar de los ridículos reclamos del presidente— se ejerce predominantemente contra las mujeres. Los comentarios más ofensivos e hiperviolentos que se leen en las redes van dirigidos contra ellas.
El siglo XXI será el siglo de las mujeres. Transformarán la forma de hacer política en México y en el mundo. Hasta hace poco, señala la gran historiadora inglesa Mary Beard en su libro Mujeres y poder, las mujeres al llegar a cargos políticos asumían la forma de vestir, el tono de voz y el estilo de los hombres. Incluso Margaret Thatcher, la Dama de hierro, tuvo que adoptar el traje sastre y acudir con un experto en dicción para hacer su voz menos aguda. Las mujeres, por su rango y número, impondrán un estilo diferente para gobernar. Más conciliadoras, menos autoritarias, más atentas al mundo real (el de la economía de las familias) que al del poder por el poder mismo que ha sido el propio del mando masculino.
No tengo forma de afirmarlo, pero espero que en un país gobernado por mujeres se reduzca la violencia, se le otorgue un papel destacado a la cultura y a la ciencia, se transforme México en un país más justo, más igualitario y mejor.
Según mi experiencia, cuando una mujer entra a trabajar a una oficina donde hay sólo hombres todo cambia. Los hombres dejan de hablar sólo con groserías, comienzan a asearse más seguido, el ambiente cambia, las formas mejoran. Este microcosmos de oficina trasladado al macrocosmos nacional puede tener efectos enormemente positivos. El 2 de junio de 2024 yo y decenas de millones cruzaremos una X sobre el nombre de una mujer cuyo nombre comienza con X.