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Sobras para los pobres

Más inteligente sería apoyar a un gobierno que crea empleos y condiciones de desarrollo. Pero no se vota con la cabeza, sino con el estómago.

La oposición (partidos, sociedad civil) a López Obrador y su movimiento encontraron en Xóchitl Gálvez atributos para considerarla su abanderada para contender por la presidencia de la República: su raíz indígena, su origen en la pobreza, su condición de mujer, su agenda progresista. Una candidata de izquierda para enfrentar la candidatura de Claudia Sheinbaum, también mujer de izquierda.

Querámoslo o no, López Obrador movió la brújula mexicana hacia la izquierda. Por distintas vías, Xóchitl y Claudia, cualquiera que sea la ganadora en las elecciones, darán prioridad al combate a la pobreza en sus agendas. Esta no es una mala noticia en un país mayoritariamente pobre.

Pero hay que distinguir. La estrategia de Sheinbaum, como ella se ha encargado de repetirlo, es la de López Obrador: el reparto de dinero, las dádivas improductivas. La entrega de recursos a través de los programas sociales, ayuda a mejorar las encuestas sobre la pobreza y esto fortalece la imagen del presidente, pero no saca a la gente de la pobreza. Se sale de la pobreza con empleo y ahorro. La gente reporta más ingresos no porque los haya generado con su trabajo, sino porque extiende la mano y recibe dinero del gobierno a cambio de su voto. Termina el reparto y regresa la pobreza. Lo lógico es votar para que ese gobierno dadivoso siga, para seguir recibiendo. Más inteligente sería apoyar a un gobierno que crea empleos y condiciones de desarrollo. Pero no se vota con la cabeza, sino con el estómago.

Dos mujeres de izquierda aspiran a la Presidencia. Para Sheinbaum lo natural es recibir. “El pueblo mexicano pagó mi doctorado”, ha declarado con orgullo. Becada por el gobierno, realizó sus estudios de doctorado en California. Para Xóchitl Gálvez lo normal en su vida es esforzarse y trabajar. Ese esfuerzo de la candidata del Frente ha recibido burlas del presidente y los suyos.

El gobierno de López Obrador ha reducido la pobreza. “Me siento feliz porque la encuesta sobre la medición de la pobreza mostró que esos flagelos han disminuido” (La jornada, 24.Oct.23). Y sí, el dinero que recibe del gobierno ha elevado los ingresos de la población que vive en la pobreza. No de todos. Esa misma encuesta que presume el presidente muestra que las personas que viven en pobreza extrema no fueron las más beneficiadas por los programas sociales. Recibían más de programas cómo Progresa. La explicación es sencilla: la gente en extrema pobreza casi no vota. Y si no votan por Morena, ¿para qué habría de ayudarlos el gobierno?

Al comienzo de su administración, López Obrador se reunió con la cúpula empresarial que por entonces estrenaba nuevo dirigente. Carlos Salazar, a la cabeza del empresariado mexicano, se comprometió a trabajar con el gobierno “para acabar con la pobreza extrema en seis años”. Por supuesto, no cumplió. Salazar dejó su puesto, pero los trece millones de mexicanos que viven en la extrema pobreza siguen ahí, y van en aumento. En Monterrey, Salazar había creado un organismo de la sociedad civil que por las noches recogía la comida que había sobrado en los restaurantes y la repartía en comedores populares. Esa era la idea que tenía Salazar para combatir “ese flagelo”: darles las sobras a los pobres. Lo que Salazar reveló es la pobreza extrema de sus ideas para acabar con la pobreza. Prometió en ese mismo acto crear una oficina para coordinar sus labores con la Presidencia. Esa oficina nunca se abrió.

China sacó de la pobreza extrema a cientos de millones de personas. Brasil, con su programa de ‘Hambre cero’, hizo lo mismo con decenas de millones de brasileños. El gobierno de Peña Nieto intentó replicar en México ese programa. Puso al frente de la Secretaría de Desarrollo Social a Rosario Robles, una mujer de izquierda. Trajeron a Lula para dar el banderazo de arranque a ese programa. Pero los recursos millonarios de ese proyecto nunca se usaron para combatir la pobreza, desde el primer momento fueron desviados para apoyar las campañas del PRI. Los recursos de los programas sociales de López Obrador no tienen como fin terminar con la pobreza, su objetivo es electoral: que los pobres reciban dinero a cambio de sus votos.

Xóchitl Gálvez, mujer de izquierda, tendrá una nueva oportunidad para terminar con la lacerante realidad del sector más desprotegido de la sociedad, integrado mayoritariamente por población indígena. En ese movimiento debe acompañarla el amplio sector de la derecha que la apoya, clase media y sociedad civil. Y los empresarios de México. No más sobras para los más pobres. En el mundo hay exitosas experiencias de gobiernos que se pueden replicar aquí. Las ideas de Gabriel Zaid —que actualmente está agrupando en un nuevo libro— constituyen un acervo extraordinario de ideas prácticas para terminar con la pobreza extrema.

Mientras escribo este artículo y usted lector lo lee, hay trece millones de mexicanos que están sufriendo la peor de las torturas, la de no tener qué comer, la de ver que sus hijos enferman y mueren por falta de servicios de salud, trece millones de mexicanos sin horizonte alguno.

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