Políticos disruptivos. López Obrador ascendió al poder por los errores del neoliberalismo. Milei ascenderá al poder por los errores del populismo. Milei mandó clonar a su perro, con el cual habla a pesar de estar muerto. López Obrador mandó exorcizar la silla presidencial y su sacerdote, Arturo Farela, afirma que habla directamente con Dios. Egomaniacos.
Hemos visto, con espanto, los gritos de Milei denostando a “los zurdos”. Aquí, con igual espanto, hemos escuchado los gritos de López Obrador en contra de “los conservas”. Personajes desquiciados e intolerantes. Habla muy mal de las sociedades que los prohijaron que personas así, que gobiernan por ocurrencias y con las vísceras, asciendan al poder.
¿Cómo es que una sociedad decide elegir a personajes desquiciados? López Obrador ofreció mil veces que la violencia se terminaría el primer día de su mandato. Que devolvería a los militares a sus cuarteles. La violencia, cinco años después, está peor que nunca y los militares en todas partes, menos en sus cuarteles. Ambas cosas eran claramente mentiras. Pero 30 millones decidieron creerlas. ¿Por qué una sociedad decide suicidarse votando por una opción a todas luces falsa? Lo vemos ahora. Dice López Obrador que el AIFA es uno de los mejores aeropuertos del mundo, y la gente le cree. Dice que nuestro sistema de salud va a ser mejor que el de Dinamarca, y la gente se lo traga. Luego de la pésima gestión gubernamental tras el paso del huracán Otis, López Obrador revela que su popularidad sigue muy alta. Como si dijera que puede salir a disparar a la Quinta Avenida y la gente seguiría votando por él, tal y como decía Donald Trump, otro personaje disruptivo y mentiroso, con el que decenas de millones de norteamericanos se identifican.
Parece una característica del siglo XXI. Mienten para acceder al poder. Entre más burda sea la mentira, más convencerá a los indecisos. Esto ocurre en el siglo de la información. Tanta información que confunde cuál es real y cuál falsa. Entre menos se consulten con especialistas sus propuestas, entre más provengan de una matriz a todas luces mentirosa, más adeptos logrará. La característica del siglo XXI: para gobernar hay que engañar, mentir mil veces, hacer que todos los tuyos repitan la falsedad. Elevar la propaganda a discurso de Estado. Juega un papel más decisivo el área de comunicación social de la Presidencia que casi el conjunto de todas las secretarías.
López Obrador anunció que mandaría al diablo las instituciones, y lo ha cumplido. Algo muy semejante ha dicho Javier Milei, y no es improbable que lo intente. El de Argentina como el de México será un gobierno de ocurrencias. Ocurrencias estatistas aquí, libertarias allá. En México la pobreza rebasa el 60 por ciento, 40 por ciento en Argentina. Ni el PRI y el PAN, ni los peronistas pudieron revertir la situación, y ahora pagan las consecuencias.
En Argentina uno de los factores que hicieron reventar la burbuja fue la proliferación de programas sociales. En México una de las ofertas más poderosas del gobierno (tanto que la oposición de Xóchitl no quiere revertirlas sino aumentarlas) son precisamente los programas sociales. Si la historia siguiera un patrón lógico, tendríamos que concluir que en México el tema de los programas sociales va a reventar y aparecerá una oferta política que termine con ellos. A toda acción corresponde una reacción, pero en sentido contrario.
Gracias a que López Obrador desdeñó la experiencia institucional, a que puso al frente a un doctor cuya mayor prenda era que había sido despedido por Calderón, México sufrió la pavorosa pérdida de 800 mil mexicanos debido al Covid. Sin estudios de impacto ambiental, López Obrador construyó un tren ecocida que tendrá que ser subsidiado, lo mismo que está subsidiado el AIFA y así seguirá. Gracias a otra de sus ocurrencias, López Obrador instrumentó poner la otra mejilla cuando el crimen organizado golpeara a la sociedad, propuso los abrazos por los balazos, y así nos ha ido: más de 170 mil muertos y más de 40 mil desaparecidos. Eso pasa cuando sube al poder alguien que gobierna con ocurrencias, ya sean las voces del perro de Milei o la voz de lo que él cree que es Dios, como en el caso de López Obrador.
‘El loco’ llaman a Javier Milei. El mesías llamaron a López Obrador. Respuestas de una sociedad desesperada. Uno parla con el perro, mientras que el otro expulsa a los demonios de la silla presidencial. Disruptivos y desquiciados. Su excentricidad les ha brindado una enorme popularidad, no basada la razón de sus logros sino en su propuesta de lo imposible.
La sociedad mexicana va a pagar muy caro su extravío autoritario y demagógico, lo mismo que Argentina. Lo más triste es que fueron las juventudes de ambos países las que los llevaron al poder. Las juventudes hartas de ver siempre lo mismo, entregaron ilusas su voto sin percatarse que el resultado sería peor que la situación previa. Supongo que no hay otra forma de aprender, echando a perder. Lástima que en México ese aprendizaje nos costó más de un millón de vidas.