La economía bajo la administración Biden tuvo un magnífico desempeño: la tasa de crecimiento es alta, el desempleo está en los mínimos, los salarios están subiendo. Biden no perdió la elección por la economía, sino por la cultura.
La cultura woke surgió en el medio universitario y de ahí se extendió a través de las redes sociales y los medios de comunicación al resto de la sociedad.
Hartos de la corrección política, del intento de modificar la realidad a través de cambios, censuras y eufemismos en el lenguaje, cansados de la corrección en cuestiones étnicas y sexuales, millones de estadounidenses votaron por Trump.
La cultura woke, una cultura iliberal, pasó de la corrección política en el lenguaje a la vigilancia, la intolerancia, las cancelaciones y la censura. Contra esa estrechez mental y delirio moral se rebelaron millones de votantes.
Donald Trump refleja y condensa el malestar de la cultura norteamericana. Con él llegará al poder una política revanchista que intentará recuperar los espacios perdidos. Recuperar esos espacios no será asunto sencillo; será una batalla cultural compleja y dura. No veremos el intento de restaurar valores de la cultura liberal (la tolerancia, la libertad, el individualismo). Lo que Trump representa es una cultura reaccionaria, xenofóbica, conservadora, retrógrada, revestida de valores en defensa de la familia y la religión.
La batalla cultural que se avecina será de intolerantes contra intolerantes, lucha de fanáticos. Los liberales, desde la barrera, observaremos el desenlace, que no será nada bueno. El bando triunfador (la cultura woke domina universidades, redes sociales y medios; Trump, el presupuesto) será el más intolerante, cerrado y censor.
Este cruento enfrentamiento tendrá poco eco entre nosotros. Interesará a la élite universitaria, agitará las redes, se comentará en las revistas culturales. El grueso de los mexicanos estará ocupado en otros asuntos derivados del regreso de Trump a la presidencia.
Se abrirán por lo pronto tres frentes: migración, aranceles y narcotráfico. En los tres rubros estamos muy mal preparados. Por alguna extraña razón, el gobierno actual perdió el tiempo, confiado en que las de Trump serían solo promesas de campaña que ya en la presidencia dejaría de lado “porque sería como darse un tiro en el pie”. Para solucionar un problema, lo más conveniente es contar con un buen diagnóstico de la situación. No lo tiene el gobierno. Estamos en serias dificultades en los tres frentes.
Migración. Por ineficacia, no se puso en marcha el botón rojo para que los migrantes perseguidos solicitaran ayuda consular. Por ignorancia, se concentró la atención en los consulados (que muy poco podrán hacer contra acciones legales) y no en negociaciones de alto nivel con el equipo entrante de Trump. Por incompetencia, no hay cabeza que coordine la recepción de los migrantes en los albergues. ¿Cuántos migrantes deportados se esperan, cientos de miles, millones? Luego de recibirlos en los albergues, ¿qué se hará con ellos? Empleo no hay. Ni presupuesto para brindarles apoyo con los programas sociales. En lugar de aumentar el presupuesto de los consulados, disminuyó su monto. Se reducirá notablemente el dinero de las remesas (miles de millones de dólares destinados a familias pobres). ¿Cómo apoyará el gobierno a las familias que dejen de recibir dinero de las remesas? No bastará la retórica nacionalista de la presidenta.
Aranceles. No hay una política clara respecto a qué haremos si Trump decide imponer altos aranceles a los productos que vienen de México. Se dice que nosotros haremos lo mismo, pero todavía no se identifican qué productos. En otras ocasiones se seleccionaron productos de estados en donde los republicanos podían perder votos, pero no estamos en tiempos de elecciones. Lo sensato sería denunciar de inmediato las violaciones al TMEC e iniciar un proceso legal.
Narcotráfico. Misteriosamente, en lugar de aceptar la ayuda norteamericana para luchar contra los cárteles del narcotráfico (contra los que no hemos podido hacer gran cosa), el gobierno de Sheinbaum ha decidido envolverse en la bandera, con lo que aumentan las sospechas de la complicidad de Morena con el crimen organizado. Se pide unidad a los mexicanos, ¿pero cómo podemos solidarizarnos con un gobierno que está demoliendo la democracia?
Se aproxima una batalla cultural. Seremos eco de esa disputa, no protagonistas. Los grupos de extrema derecha intentarán desplegar alas con el viento conservador que llegará del norte. Desde el gobierno se intentará echar a andar un muy peligroso discurso nacionalista. Más aún si comienzan las acusaciones contra el expresidente. Grupos de extrema izquierda podrían activarse ante la presencia de militares extranjeros.
Esperamos del gobierno una actitud responsable. De la oposición se espera imaginación y alternativas serias. Del medio intelectual, que no se enzarce en una guerra cultural que no es nuestra. Buenos deseos, sin duda, pero ya sabemos que de buenos deseos está empedrado el camino del infierno.