Si el 85 por ciento de los mexicanos aprueba la gestión de Claudia Sheinbaum, asumo que formo parte del 15 por ciento que siente vergüenza, coraje y asco de un gobierno indiferente al dolor de los mexicanos.
Vergüenza por la sumisión ante Donald Trump, coraje por la inminente pérdida de independencia del Poder Judicial, náusea porque en vez de decretar el luto nacional por el descubrimiento de restos de centenares de personas asesinadas en Teuchitlán, se convocó a un festival de acarreados en el Zócalo. Asumo que pertenezco a una minoría a la que le parece intolerable que Sheinbaum, en vez de reunirse con las madres buscadoras, se dedique a bailar con niños en Chiapas.
Supongo que pertenezco al 15 por ciento que no olvida. Me cuesta trabajo olvidar los 26 muertos por el desplome de la Línea 12 del Metro, de los que Sheinbaum no se hizo responsable. Se me hace muy difícil olvidar el multimillonario gasto de dinero sucio en publicidad (“Es Claudia”) con el que Sheinbaum alcanzó la nominación de su partido y que logró posicionar su nombre a nivel nacional. Me cuesta trabajo pensar que el 85 por ciento de los mexicanos ya olvidaron que López Obrador tuvo que violar en más de 30 ocasiones la ley electoral con tal de dejar sentada a Sheinbaum en una silla presidencial que hoy le queda demasiado grande.
(Un avión espía P3 AEW del Ejército norteamericano realizó recientemente vuelos de inteligencia por encima del rancho del expresidente. Sheinbaum machaca al 85 por ciento que cree en ella que “a México se le respeta”. Qué forma tan extraña del respeto: ni una nota diplomática de protesta emitió.)
El 19 de marzo, en dos días, recordaremos al primer mexicano muerto por Covid. Iban a ser 60 mil muertos, según López Gatell, en el escenario más catastrófico. La muerte alcanzó a 808 mil personas por el pésimo manejo de la pandemia. Al 85 por ciento de los mexicanos que aprueban el Segundo Piso del gobierno morenista esos muertos no les dicen nada. Que la mayor parte de ellos hayan muerto por asfixia y en su casa porque no había cupo en los hospitales es algo que se les resbala. Con cinismo responden cuando se les menciona la espantosa cifra de muertos que de no gobernar Morena “pudieron ser más”. (Cuando estalló la pandemia de la influenza aviar bajo el gobierno de Calderón se decretó de inmediato el encierro forzoso y el cierre de negocios: murieron poco más de mil personas.) Qué fantástico privilegio poder olvidar a los muertos incómodos, esconder sus cenizas bajo la alfombra y fingir que aquí no pasó nada. La absoluta indiferencia ante el dolor es el sello de este gobierno.
Donald Trump maltrata a México con la imposición de aranceles, acusa abiertamente al gobierno actual de estar coludido con grupos de narcotraficantes, poco después de habernos maltratado e insultado, Trump dice que Sheinbaum es “una mujer maravillosa”. Y Sheinbaum sonríe agradecida con el golpeador. Con esa actitud de sumisión se identifica la mayoría de los mexicanos. Por eso Rius, el caricaturista, nos caracterizó como ‘Los agachados’.
Si México cede en todo ante Trump y Canadá, en cambio, responde con aranceles a los productos norteamericanos, y luego se suspenden hasta abril los aranceles a México y Canadá, quiere decir que las llamadas de Trump y Sheinbaum no sirvieron de gran cosa. Canadá y la Unión Europea están en pláticas para presentar un frente común contra los norteamericanos. México quedará fuera de esa coalición porque lo nuestro es la aceptación estoica ante el castigo.
Frente al horror de las fosas clandestinas y los hornos crematorios, Sheinbaum nos pide que ya dejemos en paz al presidente que gobernaba hace seis meses y, en cambio, no deja de acusar al presidente que dejó el poder hace 13 años. El 85 por ciento de los mexicanos considera correcto que se les engañe como a niños.
“Ya déjenlo en paz”, pide Sheinbaum respecto a López Obrador. Se refiere al 15 por ciento que no podemos olvidar que durante su gobierno vivimos el periodo más violento de nuestra historia. No olvidaremos que en seis años fue incapaz de reunirse con las madres buscadoras y, en cambio, se retrató en Palacio Nacional con cuanto pelotero se lo pidió. No podemos olvidar que maniobró el expresidente para dejar como virtual jefe de Morena a su hijo, un joven cuya especialidad era fabricar chocolates.
Formo parte de un orgulloso 15 por ciento que se niega a lamer la coyunda con que se nos quiere uncir, que no va a perdonar ni a olvidar que destruyeron la república con tal de acumular poder como cualquier vulgar dictadorzuelo latinoamericano. Prefiero pertenecer a una minoría digna que vivir de rodillas con los ojos vendados y la mano estirada para seguir recibiendo los programas sociales. Prefiero seguir denunciando las mentiras. Me dicen que voy en sentido contrario por identificarme con el hombre que en medio de la concentración nazi se niega a elevar el brazo. Y es que, por más que lo intento, no puedo identificarme con la manada.