Académico de la Facultad de Empresariales Universidad Panamericana

¿Abrir o no abrir las escuelas?

Hace más de un año ante la Pandemia Covid-19 las escuelas mexicanas, de todos los niveles de Kínder a Posgrados, suspendieron las clases presenciales.

Como profesor universitario y padre de un niño que ha vivido toda su educación en línea (Maternal vía IPad), el tema de la reapertura de las escuelas en México me resulta de alta relevancia.

Hace más de un año ante la Pandemia Covid-19 las escuelas mexicanas, de todos los niveles de Kínder a Posgrados, suspendieron las clases presenciales. Los salones y campus cerraron y migraron al zoom, meet o teams. Se cerraron las escuelas pero no la educación. Rápidamente vinos en nuestras redes sociales el enorme esfuerzo y trabajo de miles de maestros que adaptaron las salas de sus casas, sus recámaras y paredes; aprendiendo sobre la marcha a usar las plataformas digitales; incluso algunos que ante la falta de equipo y conexión en sus casas se vieron obligados a visitar papelerías o pequeños establecimientos que prestan estos servicios digitales.

También ha sido notable el esfuerzo de padres de familia que se han vuelto tutores, profesores substitutos, asesores y compañeros de clases. Por último, no hay que olvidar el esfuerzo de los alumnos.

Un año del cierre de clases presenciales y varias voces claman por el regreso a las aulas. ¿Deben los alumnos y profesores regresar a sus escuelas? Me parece que no.

Es verdad que, a pesar de los grandes esfuerzos de profesores, padres de familia y alumnos, la educación a distancia presenta grandes desventajas. En primer lugar, no se alcanza a cubrir ni enseñar la misma cantidad de información y contenidos que en modo presencial. Al inicio de la pandemia Harvard Business School organizó una serie de webinars sobre educación a distancia; en todos ellos se llegaba a la misma conclusión el profesor debe estar consciente que solo podrá cubrir el 70% de su clase. Si la escuela de negocios más importante del mundo, con alumnos de posgrado (todos ellos adultos), con condiciones ideales de infraestructura, apenas llega a un 70% ¿qué podemos esperar los demás?

Pasar de una educación presencial a una a distancia ha implicado una fuerte inversión en infraestructura, conectividad y capacitación de los docentes. Bajo el entendido que en México la educación pública y privada viven realidades radicalmente diferentes; en cuanto a recursos de las familias y las escuelas. En México el 11% de la población de educación básica asiste a escuelas privadas; porcentaje que se incrementa a 29% a nivel Universitario (datos del INEGI).

Por otro lado, hay que mencionar que un salón de clases borra, hasta cierto punto, las desigualdades económicas de los alumnos. La igualdad del salon implica que todos los allí presentes tienen las mismas oportunidades de aprender, más allá de su nivel socioeconómico. Evidentemente hay excepciones muy puntuales, pero en general en un salón de clases las desigualdades se diluyen. Al salir de ellos estas desigualdades son más notables: algunos alumnos cuentan con todas las facilidades para tomar clases en línea mientras que otros se enfrentan a la falta de infraestructura, conectividad, computadoras, tiempo, un espacio para poder tomar sus clases.

En un país con tanta desigualdad, la falta de salones de clases es una tragedia.

Además el encierro y la falta de contacto humano entre profesores y alumnos lleva a un desgaste físico y emocional que empieza hacer mella. No ha sido fácil para nadie. Pues la vida escolar no son solo las clases sino todo lo que pasa afuera del salón: camaradería, amistad, bromas, sociabilidad, juegos, partidos de fútbol, entre otros. Todo eso lo han perdido los alumnos por un año. Y si no fuera suficiente muchos han dejado de tener la vivencia de grandes momentos de la vida escolar; graduaciones, titulaciones, primer día en una escuela nueva, recital de piano, examen de taekwondó, entre muchos otros.

Se estima que en México 2,83 millones de alumnos han abandonado la educación en lo que va de la Pandemia. Un dato terrorífico en un país que le urge combatir la pobreza y garantizar la movilidad social, la educación debería ser la principal herramienta y estrategia para garantizar una mejora en las condiciones de vida.

Dicho todo lo anterior, estando consciente de las pérdidas, las escuelas deben seguir cerradas. No podemos olvidar (como parece que muchos han hecho) que el virus del Covid19 es real e implica un grave riesgo a la salud y la vida. Nos enfrentamos a un virus de alta peligrosidad. Que se contagia muy fácil y rápido; que encuentra en los asintomáticos su vía de dispersión más eficiente y peligrosa. En México llevamos más de 200,000.

Un pequeño error o descuido puede significar la diferencia entre contagiar o contagiarse.

“Otros establecimientos ya han abierto como restaurantes o bares”, claman muchos. No es igual una escuela con niños o adolescentes que negocios (muchos de los cuales tampoco deberías estar abiertos). “Tenemos todas las medidas de sanidad y seguridad”, falso: muchas de las medidas de seguridad, como los tapetes y el gel de manos, solo generan la sensación de seguridad; la mejor medida de prevención es el uso de cubrebocas, guardar distancia y mantenerse en casa asilados.

Muchos desconocen uno de los principios básicos de la docencia; el control de grupo es muy difícil. Todo profesor, desde kinder hasta universidad sabe que el manejo de grupo. ¿Cómo podemos evitar que un niño o un adolescente se quite el cubre bocas o no guarde en todo momento la sana distancia? Cualquiera que haya estado frente a grupo sabe que es imposible. El riesgo es muy alto ante el menor error.

Por estas razones de seguridad es que las escuelas deben permanecer cerradas y la educación debe seguir siendo en linea. Cuidar la vida de alumnos, profesores y sus familias deber ser prioridad.

No hay que olvidar que la crisis que vive hoy la educación mexicana es resultado del fracaso que ha implicado el combate a la pandemia. Estado y sociedad hemos fallado, somos un rotundo fracaso. ¿Queremos que las escuelas abran? Presionemos al gobierno mexicano para que tenga una respuesta adecuada a la crisis sanitaria que vivimos, implemente una verdadera estrategia de vacunación eficiente y pidamos a nuestra sociedad, amigos y familiares, que dejen sus comportamientos irresponsables.

COLUMNAS ANTERIORES

Un país que se cae a pedazos
Cisma en el fútbol

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.