Por décadas la instrumentación de política monetaria se hacía con gran secrecía. Una de las primeras críticas en este sentido con respecto a las consecuencias de dicha secrecía de los bancos centrales vino del economista y Premio Nobel de Economía, Friedrich von Hayek. Hayek aseveró que la incertidumbre sobre las acciones de política económica debilita el rol del sistema de precios como un mecanismo de asignación óptima de recursos (1945). Años más tarde y de manera más radical, otro Nobel, Milton Friedman, sugirió que lo mejor que podía hacerse para erradicar la incertidumbre provocada por la secrecía de los bancos centrales era que utilizaran una regla monetaria fija (1960). Esta propuesta implicaba prácticamente la pérdida de un instrumento muy importante de política económica, por lo que no se tomó en cuenta por los gobiernos, ni por los bancos centrales. Así, el debate entre reglas y discrecionalidad se retomó más tarde por otros Nobel, Kydland y Prescott (1977), que resultó en recomendar la utilización de reglas dinámicas, lideradas por John B. Taylor (1993). En la práctica, los bancos centrales tomaron estas reglas dinámicas como herramientas de conducción de política monetaria y no se utilizaron operativamente, debido a las restricciones que implicaban.
Más allá de este debate, la autonomía que le fueron otorgando los gobiernos a los bancos centrales también les exigió mayor transparencia y rendición de cuentas. Así, los bancos centrales fueron incrementando su transparencia mediante la calendarización de sus decisiones de política monetaria −divulgando dicho calendario−, y acompañaron las decisiones con comunicados explicando las razones por las cuáles se decidió modificar o no modificar la política monetaria en dicha reunión. Asimismo, un sinnúmero de bancos centrales decidió publicar las minutas de las reuniones en donde se tomaron las decisiones y acordaron publicar informes −en su mayoría con frecuencia trimestral−, sobre la situación de la economía, la inflación y la política monetaria −entre otros aspectos−, para dar a conocer los análisis que llevan a cabo con mucha mayor profundidad, así como pronósticos de las principales variables macroeconómicas y ofrecer conferencias de prensa.
Así, a través de los años, los miembros de la Junta de Gobierno del Banco de México han ido adoptando una y cada una de las mejores prácticas internacionales con el afán de mejorar la transparencia con la que se toman las decisiones de política monetaria. Inclusive, en la búsqueda de una mayor transparencia, a principios del año pasado, la Junta de Gobierno anunció tres cambios a las políticas de transparencia del Banco de México: (1) Se publicaron y actualizaron los Criterios Generales de Comunicación de la Junta de Gobierno y Servidores Públicos del Banco de México; (2) se comprometió a mejorar la claridad y extensión de los comunicados y minutas de política monetaria; y (3) se añadió el quórum de las reuniones en dichos comunicados. Adicionalmente, el gobernador del Banco de México, Alejandro Díaz de León, ha declarado que nuestro instituto central instrumenta la política monetaria no solo bajo el régimen de ‘objetivo de inflación’, sino de ‘objetivo de pronóstico de inflación’. Así, el pronóstico de inflación que publica el Banco de México se vuelve una pieza fundamental en el proceso de transmisión de política monetaria, sobre todo vía el canal de expectativas. En este sentido, el Banco de México publica sus pronósticos de inflación −entre otras variables−, en el marco de su informe trimestral.
No obstante lo anterior, ninguno de los 23 economistas de los mercados financieros que participaron en una de las encuestas de mercado más relevantes, pronosticó correctamente la decisión de la Junta de Gobierno del Banco de México del jueves 24 de junio pasado (+25 puntos base a 4.25 por ciento). Claramente se aplaude la manera decisiva de actuar cuando la inflación ha venido sorprendiendo al alza prácticamente todo el año. Sin embargo, es muy extraño que los bancos centrales sorprendan de esta manera a los participantes de los mercados.
En este sentido y debido a que ‘todo en la vida es perfectible’, considero que dos asuntos que podrían mejorar aun más la transparencia del Banco de México son: (1) La publicación de sus pronósticos de inflación en cada reunión de política monetaria, en lugar de solo cuatro veces al año en el informe trimestral; y (2) la publicación más oportuna de su calendario de reuniones de política monetaria del año siguiente, debido a que se publica casi a finales del año en curso.
Referencias
Friedman, Milton (1960). A program for monetary stability. Nueva York, NY: Fordham University Press.
Hayek, Friedrich (1945). “The use of knowledge in Society”. American Economic Review, septiembre, 35(4), pp. 519-30.
Kydland, Finn E. y Edward C. Prescott (1977). “Rules rather than discretion: The inconsistency of optimal plans”. Journal of Political Economy, junio, 85(3), pp. 473-99.
Taylor, John B. (1993). “Discretion versus policy rules in practice”. Carnegie-Rochester Conference Series on Public Policy, diciembre, 39, pp. 195-214.
El autor es director general adjunto de Análisis Económico, Relación con Inversionistas y Sustentabilidad de Grupo Financiero Banorte, presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía Mexicana.
Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.