El domingo pasado, Javier Milei, candidato de la coalición La Libertad Avanza –formada principalmente por el Partido Demócrata, el Partido Libertario, el Partido Fe, el Partido Renovador Federal, Fuerza Republicana y la Unión Celeste y Blanco–, ganó la segunda vuelta de la elección presidencial en Argentina. Milei ganó con cerca de 56 por ciento de los votos vis-à-vis el ministro de Economía y candidato de la Unión por la Patria, Sergio Massa, con poco más de 44 por ciento. Así, el próximo 10 de diciembre, Milei se convertirá en el presidente de Argentina para el periodo 2023-2027.
Cabe recordar que en Argentina tienen elecciones primarias obligatorias –las llamadas PASO–, una primera vuelta –que se llevó a cabo el pasado 22 de octubre–, y debido a que no se cumplieron las reglas para declarar un ganador, una segunda vuelta este domingo. En la primera vuelta, Massa obtuvo cerca de 37 por ciento, Milei alrededor de 30 por ciento y Patricia Bulrich –de la coalición Juntos por el Cambio–, cerca de 24 por ciento, entre los más relevantes. Así, Massa y Milei aparecieron en la boleta de la segunda vuelta. Considero que el mensaje más importante que nos deja el resultado de esta elección es que la población argentina quería un cambio. Primero que nada, porque aunque Massa fue el ganador de la primera vuelta, si sumamos los votos de Bullrich con los de Milei, daban como resultado 54 por ciento, casi el resultado final de la segunda vuelta.
Ahora hay dos retos. El primero es si el cambio que quería la población argentina puede llevarlos a un equilibrio no deseado. El segundo, que está relacionado con el primero, es qué tanto va a poder cumplir sus promesas de campaña el presidente electo Milei, sobre todo a la luz de las condiciones económicas actuales. Ambos retos son muy evidentes. Sin embargo, el primero lo es todavía más ante los ojos del ciudadano común porque solo basta con ver alguno de los videos de Milei, ya sea de antes de la campaña o durante la campaña. Es una persona que con mucha agresividad y uso frecuente de palabras altisonantes plantea posiciones extremas desde la libre portación de armas y un libre mercado de órganos humanos, hasta la negación de la existencia del cambio climático y su oposición al aborto, aún en casos de abuso sexual. Un problema más profundo que veo es que cuando se abren las puertas a corrientes ideológicas de un extremo, en este caso, la derecha, también se abren las puertas al otro extremo. Hasta el momento, Argentina ha escogido gobiernos de izquierda, pero no tan extremos como Cuba o Venezuela. Promesas de prosperidad no cumplidas de un extremo pueden dar origen al otro extremo. Considero que esto es lo más problemático porque el segundo reto que deseo comentar, el reto económico, es inmenso.
Argentina enfrentó este año la peor sequía en más de sesenta años, exacerbando la ya compleja situación económica del país. Con altísimos niveles de inflación (142.7 por ciento en octubre), devaluación cambiaria (más de 500 por ciento de noviembre de 2022 a noviembre de este año) y el agotamiento de reservas internacionales (en términos netos negativas), la sequía redujo significativamente la probabilidad de reelección del gobierno peronista. La producción de soya (o soba, como se dice en Argentina) cayó más de 50 por ciento, afectando seriamente las exportaciones y la entrada de divisas. Además, la sequía impactó la producción de maíz y la generación de energía hidroeléctrica, lo que ha llevado a un aumento en los precios de la energía eléctrica y a la importación de gas natural. El turismo también se ha visto afectado, disminuyendo los ingresos y el flujo de divisas al país (“Argentina: La sequía y las elecciones presidenciales”, 30 de marzo).
Una de las propuestas insignia de Milei es la dolarización de la economía. Sin embargo, tres asuntos que deseo comentar en este sentido: (1) Filosóficamente si alguien se considera “libertario”, como Milei, normalmente se pronuncia por dejar flotar la moneda de un país y dolarizar es la forma más extrema de tipo de cambio fijo, renunciando su soberanía monetaria. Milei ha contestado que más que dolarizar, es dejar que la gente tenga la libertad de escoger la moneda que más quiera y que probablemente sea el dólar. A pesar de esta respuesta sagaz, considero que entregar la política monetaria a otro país, en este caso, a Estados Unidos, no va muy de acuerdo con la filosofía libertaria; (2) la primera condición para poder decir: “A partir de mañana el país se cambia a un régimen monetario dolarizado” y que automáticamente las cuentas de bancos amanezcan denominadas en dólares, y que la gente pueda retirar dólares de los cajero, es que el Banco Central tenga reservas internacionales, para que pueda apuntalar el cambio. El Banco Central de la República Argentina (BCRA) no solo no tiene reservas internacionales, sino que se encuentran negativas en términos netos. Lo peor es que la mera amenaza de dolarización sin que el BCRA pueda hacer nada solo resta valor al peso argentino, lo que puede llevar a la economía argentina a una hiperinflación. Una dolarización se tiene que hacer o no hacer con relativa velocidad. La amenaza mata; y (3) cualquier política de ajuste que se instrumente, tiene que incluir un ajuste fiscal significativo y la población podría no soportar semejante ajuste. Todo esto se ve todavía más retador con el poco apoyo legislativo que tiene Milei (menos del 15 por ciento de las bancadas en la Cámara de Diputados y menos del 10 por ciento en el Senado).
* El autor es economista en jefe para Latinoamérica del banco Barclays y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.
* Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.