La inflación anual en la segunda quincena de septiembre del año pasado se ubicó en 4.44 por ciento, mientras que la de la segunda quincena de diciembre –publicada la semana pasada–, fue de 4.86 por ciento. Varios periódicos e inclusive analistas categorizaron el dato como “un deterioro de la inflación” e inclusive algunos comentaron que esto puede complicar que la Junta de Gobierno del Banco de México lleve a cabo un recorte de la tasa de referencia pronto. Sin embargo, considero que no es así.
No hay duda, la inflación se reaceleró 42 puntos base (0.42 puntos porcentuales) de septiembre a diciembre. No obstante lo anterior, la inflación de diciembre es un mucho mejor dato para que la Junta de Gobierno de Banxico pueda disminuir la tasa tan pronto como en marzo.
El detalle está en la composición de la inflación. Es decir, qué tanto se explica por el componente ‘subyacente’ –en que el que la política monetaria puede influir–, y qué tanto más se explica por el componente ‘no subyacente’. Recordemos que el componente no subyacente es el que incluye los bienes y servicios cuyos precios son muy volátiles y en los que la política monetaria no tiene efecto, como la gasolina, el gas, las frutas y verduras frescas, la carne, el pollo y el pescado, así como las tarifas eléctricas y los trámites gubernamentales. Así, la composición de la inflación en la segunda quincena de diciembre fue mucho mejor que la de la segunda quincena de septiembre, a pesar de que el dato per se no lo fue (4.86 vs 4.44 por ciento).
La inflación anual general tocó su pico más reciente en 8.77 por ciento en la segunda quincena de agosto de 2022. Alrededor de 60 por ciento de la desinflación que observó la inflación de dicho pico a 4.44 por ciento en la segunda quincena de septiembre se explicó por el componente no subyacente. Es decir, casi dos terceras partes de la caída en la inflación se debieron a menores presiones inflacionarias en los precios de las gasolinas, el gas y las frutas y verduras frescas, mientras que el resto se explicó por el componente subyacente, como los servicios de telefonía celular, hoteles, restaurantes y otros bienes, incluyendo aparatos electrónicos, ropa, etcétera. Ahora bien, del pico a la segunda quincena de diciembre, en el que la inflación bajó a 4.86 por ciento, poco más del 60 por ciento se explicó por el componente subyacente.
Esta diferencia en la ponderación que ha explicado el proceso desinflacionario es clave para las decisiones de política monetaria. De hecho, en la minuta de la reunión de política monetaria del Banco de México del 9 de noviembre, de 2023 (página 4), un miembro “…subrayó la contribución significativa que en el último año tuvo el componente no subyacente a la disminución de la inflación general, así como el papel también importante de los efectos base…”, mostrando preocupación que una gran parte de la disminución de la inflación fue explicado por factores ajenos a la restricción monetaria. Sin embargo, ese miembro de la Junta de Gobierno ya no puede hacer esta aseveración con el dato de diciembre. De esta manera, aunque el último dato de inflación general haya sido mayor que el de septiembre, el hecho de que la inflación subyacente haya sido la que más ha explicado su caída desde su pico más reciente, apoya la idea que el Banco de México pueda iniciar un ciclo de baja de tasas de interés muy pronto.
En mi opinión, los miembros de la Junta de Gobierno del Banco de México, van a estar muy atentos a la inflación de enero. Sobre todo para observar los efectos del último incremento de 20 por ciento en el salario mínimo, así como la dinámica de las revisiones anuales de precios que una gran cantidad de empresas en México instrumentan cada enero. En mi opinión, la inflación de enero va a brindar más confianza a la Junta de Gobierno de Banxico por dos factores. Por un lado, debido a que quienes llevan a cabo las revisiones anuales de precio en muchas empresas van a tomar en cuenta la inflación de finales de 2023, es decir 4.66 por ciento, un dato mucho más bajo que la inflación anual al cierre de 2022 de 7.82 por ciento, que estos empresarios utilizaron para revisar los precios de sus productos o servicios. Por otro lado, el año pasado observamos que los administradores de restaurantes, loncherías, fondas y taquerías no han podido continuar con incrementos tan significativos en los precios de sus menús, como los que llevaron a cabo en 2021 y 2022. En mi opinión, esto se debe a que el poder monopólico con el que contaron muchos de estos negocios que aguantaron los momentos más álgidos de la pandemia, cuando muchos desafortunadamente tuvieron que cerrar sus puertas, se ha ido desvaneciendo con la apertura y reapertura de restaurantes, etcétera. Así, estimo que los incrementos que podríamos ver en los servicios de restaurantes, etcétera, también va a ser significativamente menor que el de enero del año pasado, con todo e incremento de doble dígito del salario mínimo.
Si esto sucede y el tipo de cambio peso-dólar continúa observando un buen comportamiento, considero que va a ser muy factible que la Junta de Gobierno del Banco de México deje la tasa de referencia en 11.25 por ciento en su próxima reunión de política monetaria el 8 de febrero, pero que señale en su comunicado un recorte inminente de tasas en su siguiente reunión, que se llevará a cabo el 21 de marzo. La inflación observa una trayectoria claramente descendente hacia el objetivo de 3.0 por ciento; el tipo de cambio ha mostrado un excelente comportamiento y es muy factible también que el Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) inicie pronto un ciclo de política monetaria laxa. En mi opinión, los participantes de los mercados financieros a nivel global estarán más convencidos de eso cuando se publique la métrica de inflación preferida por el Fed: el deflactor subyacente de precios del consumo privado, esta semana.
* El autor es Economista en Jefe para Latinoamérica del banco Barclays y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.
* Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.