Gerardo Herrera Huizar

Incidentes, accidentes, sabotaje

Los sucesos en el Metro han trascendido de un mal funcionamiento de carácter técnico a desperfectos intencionales, considerándose por las autoridades locales como sabotajes.

Nos preguntamos si el tema del Transporte Colectivo Metropolitano se está convirtiendo en un asunto de seguridad nacional dados los continuos “incidentes” que se han presentado en sus instalaciones y que han motivado declaraciones y acciones tanto del gobierno capitalino como del federal para tratar de contenerlos. Derrumbes, incendios y choques en el sistema que diariamente transporta a cientos de miles de personas y resulta ser una de las infraestructuras críticas más importantes del corazón estratégico del país, dan cuenta del deterioro y el riesgo elevado para quienes lo utilizan obligadamente. Los sucesos en el Metro han trascendido de un mal funcionamiento de carácter técnico a desperfectos intencionales, considerándose por las autoridades locales como sabotajes, lo que automáticamente nos conduce al terreno de la seguridad nacional. La ley de la materia señala específicamente, en su artículo quinto, fracción primera que “Para los efectos de la presente Ley, son amenazas a la Seguridad Nacional: I. Actos tendentes a consumar espionaje, sabotaje, terrorismo, rebelión, traición a la patria, genocidio, en contra de los Estados Unidos Mexicanos dentro del territorio nacional”. Por su parte, el Código Penal Federal en su artículo 140 establece: “Se impondrá pena de dos a veinte años de prisión y multa de mil a cincuenta mil pesos, al que dañe, destruya, perjudique o ilícitamente entorpezca vías de comunicación, servicios públicos, funciones de las dependencias del Estado, organismos públicos descentralizados, empresas de participación estatal, órganos constitucionales autónomos o sus instalaciones; plantas siderúrgicas, eléctricas o de las industrias básicas; centros de producción o distribución de artículos de consumo necesarios de armas, municiones o implementos bélicos, con el fin de trastornar la vida económica del país o afectar su capacidad de defensa”. Bajo este enfoque normativo, el tema adquiere una relevancia aún mayor, dado que nos colocaría bajo la amenaza de fuerzas oscuras de las cuales desconocemos la motivación para causar daños con la posibilidad de generar víctimas mortales como ya ha sucedido. ¡Terrible! Si la percepción de la autoridad capitalina tiene sustento, entonces podríamos suponer que también esas misteriosas fuerzas malignas estarían generando terror mediante esos actos de sabotaje, al menos en un amplio sector de la población y, por tanto, estaríamos hablando de terrorismo. No debe perderse de vista el momento político que se vive y los actores involucrados, cuya responsabilidad e imagen pública pueden resultar afectados por los lamentables acontecimientos en la red de transporte y proveen material a los adversarios ante la virtual designación de la corcholata elegida. Ante los acontecimientos tan continuos y el evidente deterioro del sistema, mucho puede especularse, no sin escepticismo. La posverdad, siempre presente como justificación o excusa nos conduce a laberintos y confusiones sobre la realidad. Incidentes, accidentes o sabotaje, para efectos prácticos, transforman la rutina diaria de tomar el Metro, en una aventura de alto riesgo.

El autor es catedrático, analista político, consultor en inteligencia estratégica, seguridad nacional y administración pública.

COLUMNAS ANTERIORES

Desde el más allá
Trump presidente... No pasa nada

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.