El impacto que ha tenido la entrega/ captura/ traición/ engaño… de dos relevantes personajes mexicanos del crimen organizado en semanas anteriores, envuelto en el mayor de los misterios, que ya de por sí ha generado una natural tensión bilateral con nuestro vecino del norte, se adereza ahora exquisitamente con otro misterio: la ejecución del exrector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén Ojeda, en la misma fecha en que se suscitaron los eventos previamente referidos.
Tanto la captura de los delincuentes del Cártel de Sinaloa por autoridades norteamericanas, que negaron en un principio haber tenido participación en ello, a pesar de haberse realizado en territorio norteamericano, como la negación de conocimiento de las autoridades mexicanas sobre los hechos que aún piden información para saber qué pasó, son sintomáticos de que algo se oculta y de la obvia trascendencia de lo que significa que los dos relevantes traficantes estén siendo procesados en los Estados Unidos, sea o no, por voluntad propia.
Las especulaciones fluyen magnánimamente y las preocupaciones se hacen evidentes a través de expresiones retóricas para el control de daños. Pero, el irremisible “pero” que siempre se opone a las más finas estrategias, nuevamente se aparece para complicarlo todo.
Resulta que los acontecimientos se acompañan o entrecruzan de una manera casual: la detención/entrega/captura/pacto... de ‘El Mayo’ y el ‘Chapito’ en Estados Unidos; el asesinato del exrector de la UAS, Héctor Cuén y el inesperado viaje de descanso del gobernador en un avión privado de un amigo mutuo a Los Ángeles, California, EU, todo en el mismo día.
El incómodo “pero” se hace presente de nuevo con la inesperada misiva del señor Zambada, donde declara que el señor Cuén murió en el mismo sitio donde lo citaron a él y donde fue privado de su libertad para trasladarlo a la Unión Americana, contraviniendo la versión de que Cuén fue víctima de un asalto en una estación de combustible, según la versión difundida mediante un oportuno video de la fiscalía estatal, cuya titular, por cierto, ha renunciado a su cargo.
Ante estos hechos, el control de daños subió su escala y rápidamente el conglomerado se hizo presente en Culiacán, el itinerario se redirigió en cobertura y blindaje del mandatario estatal quien, en acto público, acompañado de las más altas autoridades del país, se deslindó del asunto. Se le arropó, se recurrió, como de costumbre, a la ética y moralidad del personaje y, desde luego, a la soberanía nacional, se desestimaron las “absurdas” conjeturas mediáticas, los recursos políticos calumniosos y se dictó, en el mismo acto, sentencia absolutoria, pronta y expedita.
El asunto no ha terminado, pese a que los recursos discursivos utilizados hasta hoy así lo pretendieran. Más bien, el tema apenas comienza y tanto los eventos suscitados como los argumentos esgrimidos, lejos de aclarar el panorama, lo enrarecen.
Manzana envenenada a unos cuantos días de la transición.