Gerardo Herrera Huizar

¿El día del adiós?

En la hora fatal de esta noche, las cero horas, habrá algarabía y satisfacción del deber cumplido, por una parte, y la natural tensión nerviosa por la asunción de graves responsabilidades, por la otra.

Las cero horas de este día marcarán formalmente el fin del mandato del todavía presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y el arranque de la administración de la que será, en breves horas, la primera mujer en ocupar la máxima magistratura de este país, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo.

Pero si bien el relevo es obligado, en el ambiente flota la pregunta de su significado, dadas las señales que durante los últimos meses han sido enviadas, tanto por el aún mandatario, como por su futura sucesora, que ha declarado en repetidas ocasiones, palabras más, palabras menos, que seguirá la línea diseñada por su mentor para el ejercicio del poder y la construcción del ‘segundo piso’ de la transformación.

La celeridad con que fueron aprobadas, bajo la exigencia presidencial, las reformas constitucionales planteadas por el jefe del Ejecutivo, a escasos días del fin de su administración, dejan, en apariencia, a su pupila y sucesora la mesa servida para ejercer su encargo con un mínimo de contrapesos, con una Corte Suprema al borde del colapso y con la elección de juzgadores, en un futuro cercano, por mandato popular; un Congreso con mayoría morenista y una administración pública sembrada de minas lopezobradoristas, amén de los cuadros directivos en el partido en el poder.

Un andamiaje de tal naturaleza, diseñado y construido por AMLO, que de hecho modifica sustancialmente el diseño político administrativo del Estado abre, a todas luces, la posibilidad al ejercicio omnímodo del poder. En términos netos, en la práctica, la presidenta no sólo encarnaría en su figura la jefatura del Estado, la del gobierno y la de la administración pública, sino que además, ejercería, aún de manera informal, el control del Congreso de la Unión, del Poder Judicial y de los órganos autónomos.

Pero la pregunta sigue en el aire: ¿será que todo ello signifique para la próxima presidenta mayor libertad de acción para el ejercicio de su patriótica responsabilidad o, por el contrario, se verá acotada por las determinaciones que le sean comunicadas desde algún paraje paradisíaco del sureste mexicano?

Visto de esta manera, los frenos y contrapesos formales de que se libra el Ejecutivo con las reformas constitucionales, sólo se traducirían en frenos y contrapesos impuestos desde el interior del propio movimiento transformador que obligarían a la adopción de decisiones para la continuidad del primer piso y limitarían el ejercicio del poder con un diferente y particular estilo de gobernar.

En la hora fatal de esta noche, las cero horas, entre la algarabía y la satisfacción del deber cumplido, por una parte y la natural tensión nerviosa por la asunción de graves responsabilidades por la otra, se hará entrega de la estafeta, pero se heredará, también, un país que en nada se parece a Dinamarca, con un severo conflicto interno, marcado por la violencia criminal y con retos mayúsculos en lo económico, político y social y, de pilón, con desencuentros internacionales que no auguran escenarios optimistas.

En breve veremos los primeros resultados.

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