Implosión: acción de romperse hacia dentro con estruendo las paredes de una cavidad cuya presión es inferior a la externa. RAE
Suele suceder en las mejores familias durante la sucesión testamentaria, proceso en el cual hace su aparición la naturaleza real de quienes en el pasado se mostraron como fraternos aliados y hoy se erigen como feroces adversarios. Los intereses y las ambiciones se desnudan, se exhiben sin recato ni mesura. La diatriba, la amenaza y la calumnia se esgrimen generosamente por parte de los contendientes en duelos que pueden prevalecer por años y llevan irremisiblemente al rompimiento y al encono perpetuo.
Algo parecido suele suceder en política; no son raros los desencuentros, las confrontaciones abiertas y los rompimientos de individuos y grupos de interés que, dada su naturaleza en la búsqueda del poder, harán uso de todos los recursos a su alcance para lograr la preeminencia y la neutralización o el sometimiento de quienes representen una amenaza potencial a sus intenciones presentes o futuras.
Bajo este enfoque, no resulta extraña, aunque sí preocupante, la situación de conflicto abierto o soterrado que se presenta al interior del movimiento transformador a unos cuantos meses de haber iniciado la construcción de su segundo piso, bajo un liderazgo cuyo innegable significado histórico, al quedar en posesión de una mujer, debiera generar nuevas expectativas en la evolución política nacional.
Los ‘malentendidos’ y la muy temprana manifestación de aspiraciones de actores relevantes dentro de la cuarta transformación para perpetuar el legado de su fundador bajo la pretensión de un relevo generacional pueden convertirse en el preámbulo de tensiones internas agudas a lo largo de la naciente administración que no solo harán más densa la ya pesada carga de la jefa de Estado, tratando de dirimir las divergencias internas, sino que pueden conducir a la implosión misma del movimiento, como ya sucedió con sus predecesores en el pasado reciente.
No debe perderse de vista la delicada situación interna que atraviesa el país y los problemas heredados en lo social y en lo económico que, ya se ha visto, generan una gran presión interna y, desde luego, la crisis de seguridad que alcanza magnitudes extremas en una gran parte de la geografía, sumada al tema migratorio, que se extiende a la agenda internacional de manera prioritaria y que, aunque la narrativa oficial se oriente a su atemperamiento, ha sido puesto sobre la mesa como amenaza sensible, al menos para la relación bilateral, que no puede ser menospreciada por el impacto inmediato que tendrá en el ambiente interno.
El panorama para México se presenta poco optimista para 2025, con un escenario difícil en lo interno y en lo internacional que pondrá a prueba tanto la solidez política gubernamental como su capacidad de negociación y de adaptación a las nuevas circunstancias.
Pese a todo, reciban los mejores deseos para estas navidades y un venturoso año nuevo.