Gerardo Herrera Huizar

Matizando la amenaza

Desde su primer mandato al frente de la Casa Blanca, Donald Trump evidenció una postura adversa hacia México, con toda clase de calificativos abiertamente ofensivos.

El día de hoy, Donald Trump asumirá, por segunda vez, el cargo de presidente de los Estados Unidos de América, inédito en muchos sentidos, tanto por ser el primer mandatario de la nación americana que se reedita en el cargo convicto por múltiples delitos, como por su visión geopolítica radical en materia económica, política, tecnológica y social que pretende establecer condicionamientos de supraordinación tanto a rivales comerciales como a socios y aliados tradicionales, al menos en el discurso, con un talante de amenaza para “hacer a América grande otra vez (MAGA)”.

Desde su primer mandato al frente de la Casa Blanca, el magnate norteamericano evidenció una postura adversa hacia México, con toda clase de calificativos abiertamente ofensivos, que incorporó con mayor virulencia en los postulados de su nueva campaña con la intención de frenar, particularmente, el flujo migratorio y el tráfico de drogas, a lo que sumó más tarde la exigencia de contener el tráfico de mercancías chinas bajo la amenaza de imponer elevados aranceles a las importaciones procedentes de nuestro país.

Las manifiestas intenciones del, a partir de hoy, presidente número 47 de la Unión Americana han sido replicadas por quienes ocuparán cargos relevantes en el gabinete del nuevo mandatario estadounidense y, por lo tanto, serán los encargados de operar sus decisiones. Tal es el caso de quien ocupará la jefatura del Departamento de Estado, quien ha señalado, en un tono algo matizado, palabras más, palabras menos, que, en principio, se buscará la colaboración con las autoridades mexicanas para atacar de manera coordinada los problemas comunes, pero sin desestimar la adopción de medidas más radicales si esto no se logra.

La posición asumida por parte de México ante las “advertencias” del nuevo huésped de la Casa Blanca se ha orientado a responder, casi puntualmente, cada una de ellas en una especie de riposta que va desde la desestimación de la amenaza hasta la exaltación del nacionalismo, particularmente ante la probabilidad de que los grupos criminales sean catalogados como organizaciones terroristas y esto abra la puerta a agencias norteamericanas para operar abierta o clandestinamente en suelo nacional para combatirlas.

Las declaraciones del secretario de Estado norteamericano deben ser tomadas con seriedad para el restablecimiento de las relaciones bilaterales en materia de seguridad que se vieron seriamente afectadas por la política de la anterior administración que estableció frenos sensibles a la colaboración y que, de acuerdo con lo anunciado, serán determinantes para un nuevo entendimiento entre México y los Estados Unidos, al menos en esta materia.

El gobierno mexicano tiene ante sí uno de los mayores retos de su historia reciente, pero tiene también la gran oportunidad de actuar prospectiva y estratégicamente, no solo para conjurar las manifiestas amenazas del vecino del norte, sino para colaborar en la solución de fondo de sentidos problemas que aquejan a nuestra sociedad y demandan atención contundente.

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