A casi ocho años de distancia de que Donald Trump anunciara su intención de entrar a la carrera presidencial de 2016, aquí estamos de nuevo, hablando de él.
Lo hacemos no por ocio o distracción sino porque, por increíble que parezca, es probable que llegue a estar en la boleta en la elección presidencial de 2024.
Salvo que acabe en la cárcel y no pueda competir, Trump será un duro competidor en las primarias republicanas. Actualmente encabeza las preferencias con una ventaja de 15 puntos arriba del gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien muy probablemente será un serio rival para ganar la nominación.
Trump tiene dos fortalezas que le son exclusivas. El apoyo de una amplia base fanatizada –se trata ya más de un “culto” que de un respaldo político– y el talento para hacer de la vida pública un reality show.
Una muestra más ha sucedido esta semana cuando ha anunciado en la red Truth Social (su ‘twitter’ particular) que iba a ser arrestado este martes y que invitaba a sus seguidores a protestar por esta “injusticia” (recordándonos la película de sus arengas para la toma del Capitolio).
Trump sigue haciendo historia y en este caso sería el primer expresidente de Estados Unidos en ser imputado criminalmente. También ha sido el primero en enfrentar dos veces el proceso de impeachment.
Trump podría hacer suyas las palabras de “y no me vengan con eso de que la ley es la ley”. El ataque a las instituciones y su vocación por estirar la liga son rasgos fundamentales de su éxito, pero también de su debilidad.
Actualmente tiene abiertos múltiples frentes donde se litiga su probable culpabilidad. No descartemos que puedan abrirse nuevos en las próximas semanas o meses.
Parece ser que el primero –no necesariamente el más fuerte mediáticamente– lo constituye la probable acusación de haber pagado con ilegal dinero de campaña a la actriz porno Stormy Daniels para comprar su silencio.
No lo arrestaron el martes, pero ya quedó evidenciada su estrategia, dará el madruguete, se hará la víctima, culpará a Biden y a los demócratas de perseguirlo en una “caza de brujas” y azuzará a sus seguidores a protestar y tomar las calles.
Los diversos litigios en los que se ve envuelto no solo implican faltas legales, sino que ilustran severas faltas éticas. Es por esto que, más allá de los vericuetos jurídicos, Trump y sus apoyadores están minando peligrosamente los pilares en los que se ha sostenido el país.
Pagar por sexo tiene una dimensión personal, de carácter íntimo. Hace apenas unos años eso era suficiente para descarrilar aspiraciones presidenciales. Ya no más, o al menos no para Trump. La cosa se le complicó solo por haberlo hecho con dinero de campaña infringiendo los principios que buscan una contienda regulada.
Este episodio sin duda palidece en comparación a otros. Especialmente el referido a convocar a una insurrección para realizar un golpe de Estado blando que impidiera la transmisión pacífica del poder.
Titánico ha sido el trabajo de la comisión bipartidista que investigó a detalle los hechos del 6 de enero del 2021, registrado en las 845 páginas del informe final. Si uno recorre las librerías de Washington y las principales ciudades de Estados Unidos encontrará en los estantes este informe promovido como un best seller.
El comité del 6 de enero ha referido a Trump y varios de sus aliados al Departamento de Justicia (lo que en México sería a la Fiscalía General de la República) para que investiguen su culpabilidad. Por estos hechos ya han sido presentados cargos para casi mil personas, muchas de ellas ya sentenciadas, por lo que sería verdaderamente desalentador que los principales instigadores quedaran impunes.
Otro expediente relevante es el que se tiene en Georgia, donde todos pudimos escuchar cómo Trump presionaba a la autoridad electoral del estado a que “le encontrara 11 mil 780 votos que le hacían falta para ganar”. Se sabe que el gran jurado ha recomendado imputaciones para una docena de personas y, aunque no se menciona por su nombre a Trump, la fiscal del caso ha declarado que “nadie se sorprenderá, no es ciencia espacial” lo que sucederá.
Un caso más es el de la investigación criminal sobre el manejo de documentos confidenciales del gobierno por parte de Trump, quien se resistió durante más de un año a entregar papeles clasificados y confidenciales, lo que llevó al FBI a allanar su residencia en Mar-a-Lago, Florida.
Se le señala de violar la ley de espionaje, que tipifica como delito la retención no autorizada de secretos de seguridad nacional, lo que se ha agravado con obstruir, ocultar o destruir documentos gubernamentales. En la redada se descubrieron alrededor de 100 documentos clasificados.
A estos casos se suman las acciones de la fiscal general de Nueva York, Letitia James, quien ha acusado a Trump de mentir a los bancos y aseguradores al sobrevaluar de manera fraudulenta sus activos en miles de millones de dólares. En este caso, el carácter de la demanda es civil, no penal y las consecuencias serían grandes multas y que Trump y su familia quedaran imposibilitados de hacer negocios en la ciudad de Nueva York.
Las crisis legales que enfrenta Trump y su primer lugar en las encuestas republicanas son una clara señal de alarma del agudo debilitamiento ético e institucional que amenaza a los Estados Unidos, donde alguien que pudiera llegar de nuevo a ocupar la posición más poderosa del mundo paga por sexo, lo hace de manera ilegal, presiona para cometer fraude electoral, engaña sistemáticamente en sus negocios, atenta contra la democracia, incita a la violencia, se hace la víctima y millones le creen y le aplauden.
El autor es CEO Founder LEXIA Insights & Solutions.