Hoy lo cool es ser apocalíptico y nihilista. Pensar en lo mejor para la sociedad y el mundo es considerado naive. Pero más allá de actitudes e inclinaciones ante las circunstancias políticas, es importante observar los hechos.
La realidad es que la elección presidencial en Estados Unidos está hoy muy cerrada, y muy probablemente así lo estará hasta el día de la votación final.
Serán los estados ‘péndulo’ —me gusta más esta figura que los ‘bisagra’ o ‘columpio’ usada para hablar de los swing states, aquellos que pueden votar republicano o demócrata— los que definirán la elección.
Enlistados por su peso electoral, Pennsylvania (19 votos electorales), Georgia (16), Michigan (15), Arizona (11), Wisconsin (10) y Nevada (6) serán los estados que definirán la elección. Todos ellos fueron ganados por Biden en 2020, aunque por muy apretados márgenes.
Hoy en esos estados Donald Trump encabeza las encuestas de intención de voto. Esto explica por qué muchos analistas lo declaran claro favorito para ganar la elección.
Sin embargo, en una elección cerrada, todo cuenta.
Biden es un presidente con muy baja aprobación, se le ve muy viejo para el puesto, la inflación opaca sus resultados económicos y muchas personas pertenecientes a las minorías raciales (afroamericanos, latinos y asiáticos) lo están abandonando porque no han visto mucho que les favorezca directamente, más allá de la retórica. A esto se suma la crisis migratoria en la frontera con México y la indignación de miles y miles de jóvenes por el papel de Estados Unidos en el conflicto palestino-israelí (el radicalizado gobierno de Netanyahu puede entregarle el triunfo a Trump).
Al mismo tiempo, parece ser que los votantes demócratas ya se han resignado a que Biden sea su candidato, guardando en el cajón las gorras y las matracas que hubieran deseado utilizar al nominar a nuevos liderazgos y esto se empieza a ver en las encuestas donde el voto popular ya se encuentra en empate técnico.
Diversos analistas empiezan a identificar que la campaña de Biden está avanzando con una estrategia bien definida y generando mensajes quirúrgicos dirigidos a los votantes que pueden hacer la diferencia. Por ejemplo, este spot dirigido a las mujeres de Arizona donde se acaba de aprobar una ley profundamente restrictiva en cuanto al derecho al aborto o este otro dirigido a los trabajadores industriales de Pennsylvania
Mientras tanto, la campaña de Donald Trump se encuentra atascada en los juzgados de Nueva York, donde esta semana ha empezado la selección de 12 jurados y seis reemplazos que al final del día emitirán su veredicto.
Este caso —que por primera vez ha sentado en el banquillo de los acusados a un expresidente de los Estados Unidos— es el más light de los cuatro juicios penales y un total de 91 cargos que enfrenta corresponden al dinero ilegal utilizado para pagar a Stormy Daniels para ocultar su aventura extramatrimonial.
Todo indica que sus abogados han logrado patear la lata y evitar que los juicios por incitar a la insurrección en el Capitolio, por presionar a la autoridad electoral de Georgia a cometer fraude y por llevarse de souvenir a su residencia en Mar-a-Lago documentos confidenciales podrían llevarse a cabo después del 6 de noviembre, día de la elección, aunque esto aún está por verse.
Es cierto que todas estas acusaciones y enredos legales fueron muy útiles para Donald Trump para hacerse de la nominación republicana, pues le ayudaron a representar el rol que más le gusta: el de ‘víctima del sistema’. Al lograr el apoyo de la base republicana que se puso totalmente de su lado para defenderlo de ‘una injusticia’, las candidaturas de sus principales rivales nunca despegaron (primero Ron DeSantis y luego Nikki Haley).
El veredicto de este juicio no tendrá un impacto sísmico en la intención de voto, pero en una elección que se definirá en los márgenes sí puede inclinar la balanza en los estados péndulo. Especialmente porque estos se definirán por pocos puntos porcentuales o incluso por décimas de punto (como sucedió en 2020 con Wisconsin, Georgia y Arizona).
La base electoral de Trump es de titanio, pero no suficiente para ganar, por lo que necesita atraer a independientes y a los pocos republicanos moderados que aún existen, para quienes votar por una persona convicta penalmente no es mucho de su agrado.
Además, el juicio a Trump con su enorme carga de cobertura mediática es un arma de doble filo para sus aspiraciones. Por un lado, seguirá estando en el centro de los reflectores, succionando toda la atención mainstream, pero por el otro no podrá hacer campaña en esos estados péndulo que podrían darle la victoria.
Para los agoreros de los arroces cocidos y las inevitables desgracias, es importante destacar que, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la pizza aún no entra ni al horno.