Por fin parece haberse entendido que de nada sirve perseguir un alto crecimiento económico a costa, como ha sido durante el último medio siglo, de malas condiciones laborales, acelerado deterioro ambiental y el riesgo que éste entraña para la producción de alimentos.
Por fin se le ha dado su lugar a la agricultura en las discusiones sobre el cambio climático, entendiendo que debe adaptarse al cambio climático y reducir sus emisiones contaminantes.
Me refiero a la COP28 porque en México la situación es desastrosa a causa del clima y de políticas erróneas.
La agricultura y los sistemas alimentarios no figuraban en la agenda de las ‘negociaciones sobre el clima’ de las 27 reuniones anuales COP de Naciones Unidas hasta que, en la COP28, el tema se puso al frente de la agenda y 150 países firmaron la Declaración de los Emiratos sobre Agricultura Sostenible, Sistemas Alimentarios Resilientes y Acción por el Clima, que consiste en el compromiso de incorporar fuertes cambios tecnológicos en la agricultura y los sistemas alimentarios como parte de los planes de adaptación y mitigación del cambio climático.
Se considera grande ese avance porque por primera vez, la alimentación y la agricultura ocuparon un lugar central en la conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el clima. Ese debió ser el tema prioritario desde hace décadas.
En el campo mexicano el cambio climático ya hace estragos, mientras la política rural de la 4T divide sus estrategias entre la agricultura pobre y la comercial; por un lado, se propuso elevar el ingreso de las familias campesinas pobres mediante el programa insignia de los precios de garantía, a cargo de Segalmex, ícono de la corrupción del sexenio cuando fue director Ignacio Ovalle.
Los precios que garantiza Segalmex son mayores a los del mercado; la condición para ser beneficiario es que el productor de maíz tiene que serlo en cinco hectáreas o menos; si produce frijol de temporal, la parcela no debe exceder de 30 hectáreas, pero si es de riego sólo debe tener un máximo de cinco hectáreas.
Distinciones semejantes aplican a los productores de variedades de trigo, arroz, y no todos reciben sobreprecios, algunos sólo incentivos; es un galimatías del que no extraña que falten unos 9 mil 821 millones de pesos por aclarar de ese programa, que opera desde 2019.
El resultado esperado era, o es, que el campesino que recibe unos 8 mil pesos extras por el pago de su cosecha anual, los aplique a mejorar sus capacidades productivas y no a pagar deudas, ni a mejorar casa, o comprar ropa, o cualquier otra atención rezagada en su pobreza. Por supuesto, las urgencias de la vida cotidiana se han impuesto a las ‘inversiones’ productivas.
La agricultura comercial, la de grandes extensiones, con riego e intensiva en tecnología, tenía apoyos de fomento mediante investigación, información, tecnología y sobre todo, mecanismos de para reducir incertidumbres en los mercados que en 2017 contaba con un presupuesto de alrededor de 15 mil millones de pesos y que la actual administración ha reducido a 1.4 mil millones para 2024.
Los efectos de la sequía y de las estrategias de la política rural, se reflejan en una creciente dependencia de México de importaciones de cereales y oleaginosas; si al finalizar el siglo pasado el índice de autosuficiencia de México en esos productos era de 84 por ciento, este año es de apenas 52 por ciento, según datos del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas que dirige Juan Carlos Anaya.
De frijol se levantó este año la peor cosecha de la historia por sequía; por la misma causa, la producción de azúcar bajó de 6.1 a 5.1 millones de toneladas -17 por ciento menos- y la cosecha de maíz del ciclo PV baja de 20 millones de toneladas a 18.2 millones, pero por falta de agua en las presas, la de OI de Sinaloa se reducirá de 6.4 a 3.6 millones de toneladas.
México es claramente vulnerable al calentamiento global; dos tercios del territorio padecen actualmente sequía, que viene abarcando más áreas desde hace varios años; urgen acciones de adaptación y mitigación de los efectos que serán cada vez más acentuados y que al ser mundiales, será cada vez más difícil compensar las insuficiencias propias con importaciones.