Contracorriente

México dividido

El único sector que tendría más o menos claras las ofertas de Xóchitl Gálvez, en términos de ventajas prácticas -aunque no de soluciones- es el empresarial

Dos comentarios sobre la carrera que protagonizan Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez por la presidencia de la República: uno acerca de las ideas que se exponen y otro sobre la procacidad del lenguaje político.

Sobre lo primero; Héctor Aguilar Camín le pide a su candidata, Xóchitl Gálvez, lo imposible: que “lleve la discusión al debate sobre el gobierno que tenemos y el que podemos tener”.

No da para tanto la información y el enfoque ideológico de la candidata; sobre la primera exigencia sólo tiene descalificaciones sin pruebas y sin un solo argumento, y sobre lo segundo, ni siquiera los partidos que la postulan -PRI y PAN, aunque ella quiera desconocerlos- han desarrollado una propuesta alternativa a la 4T por haberse dedicado sólo a quejarse, a criticar y a obstaculizar.

El único sector que tendría más o menos claras las ventajas que les ofrece Xóchitl Gálvez, en términos de ventajas prácticas -aunque no de soluciones- es el empresarial; considerando ante todo las ganancias empresariales, les ofrece apoyarlos con dinero público y reducir sus contribuciones fiscales.

Esa fórmula neoliberal se ha ensayado en muchos países, el nuestro también, y sólo ha hecho más ricas a las grandes empresas pero no al 99 por ciento que conforma el resto del empresariado.

No está en la perspectiva de Gálvez la posibilidad de elaborar propuestas para animar un crecimiento económico que sea incluyente, con empleos estables y mejor pagados, condiciones inexistentes durante seis sexenios del PRIAN y que la mayoría del electorado reconoce ahora como avances de la 4T, al ver mejoras en sus ingresos por salarios, prestaciones y programas sociales.

Xóchitl Gálvez tampoco puede elaborar vías de desarrollo que atemperen las desigualdades, porque ese tema es tabú político entre sus apoyos. Las condiciones laborales y los bajos salarios (origen principal de la desigualdades) ofrece mejorarlos “siempre y cuando le demos a los empresarios la posibilidad de quitarle tanta carga fiscal” y conforme a sus capacidades (¿caso por caso?).

En materia ambiental, la ingeniera tendría que saber que la sequía que padece nuestro territorio desde hace una década no se resuelve sólo con infraestructura como la que ha construido la Conagua, sino que además, hay que conocer y obrar conforme al ciclo natural hídrico. Si este tema no se atiende sistémicamente, lo que hasta ahora no se ha hecho, pronto la producción agropecuaria llegará a ser inviable en México.

Acerca del lenguaje político en campañas electorales; sostienen los expertos que el votante no decide guiado por el fondo de la argumentación que ofrezcan los candidatos, sino por la forma con la que expongan su mensaje; su decisión es más emotiva que racional, sostienen.

Si eso es cierto entre la mayoría de los electores, la responsabilidad del manejo del lenguaje que emplean los contendientes políticos es mayor, dado que lo que se dice y se escucha modela la percepción del mundo y de lo que ocurre en él.

El debate del domingo pasado entre los tres aspirantes a la presidencia estuvo sobrecargado de adjetivos, que sirven para manipular a la audiencia antes que para informarla. Querer ganar clientela política mediante el libre abuso de calumnias (acusación sin pruebas), de la difamación y del ataque en lo personal, genera la percepción en la audiencia, de que la pugna por el poder no puede resultar en la colaboración entre las partes para favorecer el bien común, sino que terminará en una confrontación intransigente en la que cada posición hará todo a su alcance para obstaculizar cualquier avance del gobierno y éste de sus opositores.

El lenguaje empleado habla de una división irreductible entre las élites, como pasó durante el aciago siglo XIX, que mantuvo al país debilitado y dividido por más de cinco décadas.

COLUMNAS ANTERIORES

Peor que el neoliberalismo
Quién gobierna

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.