Cuatro consideraciones que hay que tomar en cuenta sobre las consecuencias que tendrá el gobierno de Trump para México y el mundo.
En primer lugar, que los demócratas y republicanos comparten el claro propósito de hacer que el sistema capitalista funcione mejor, y que para ambos eso significa que los propósitos, intereses y condicionamientos empresariales están por encima de los del resto de la sociedad.
Como escribió Joseph Stiglitz —premio Nóbel de Economía en el NYT— “Los demócratas liberaron al sector financiero (Clinton), luego rescataron a los bancos, mientras que los propietarios de viviendas y los trabajadores que perdieron sus empleos en la Gran Recesión cargaron con el costo (Barack Obama). Además, fue Clinton quien desencadenó la globalización”.
La única diferencia real entre Harris y Trump en la reciente elección era que, para favorecer la recuperación económica, la vicepresidenta proponía subsidiar solamente algunas actividades consideradas estratégicas y favorecer los ingresos de las familias de clase media para fortalecer el mercado de consumidores y estimular así las inversiones, mientras que Trump beneficiará la mayor acumulación de capital en unas cuantas empresas, como si esa fuera la condición básica del aumento de las inversiones.
La segunda consideración sobre la trascendencia del triunfo de Trump es que su “volver a hacer grande a América” es un sucedáneo del capitalismo claramente dirigido por y para las grandes corporaciones, que serán las principalmente favorecidas con reducciones de impuestos, menos regulaciones, bajos costos de energía y de financiamiento.
Hay experiencia en rebajas impositivas con fines de estimular las inversiones; en 2017, Trump las decretó para corporaciones y multimillonarios y el resultado fue que no alentaron nuevas inversiones productivas, sino solo la recompra de acciones. A pesar de ello, anunció que profundizaría las bajas fiscales, lo que generará déficits presupuestarios enormes, agregará billones de dólares a la deuda estadounidense y aumentará las tasas de interés, lo que encarecerá las nuevas inversiones en Estados Unidos.
Favorecer a las grandes corporaciones con rebajas de impuestos es peor que el neoliberalismo que siquiera imaginó una competencia «libre» conforme a las reglas del mercado, de la que sobrevivieran los más eficientes. Trump no cree en la competitividad sino en el poder monopólico; por ejemplo, ha insistido en reducir el apoyo público a la ciencia y la innovación tecnológica, con lo que solo podrían desarrollarlas —si lo consideran necesario en ausencia de competidores— las corporaciones dominantes.
La tercera consideración sobre las repercusiones de un gobierno de Trump en Washington es que culpa de los problemas de Estados Unidos a fuerzas externas, particularmente a la inmigración y al comercio exterior, al que califica de “injusto”.
En su deleznable estilo, como solución amenaza con imponerle aranceles exorbitantes a las importaciones de México, Canadá y China. Esta semana, Trump amenazó públicamente con que impondrá impuestos del 25 por ciento a las ventas de México y de las canadienses.
Públicamente —y en el tono desafiante con que Trump entabla sus negociaciones— la presidenta Claudia Sheinbaum le respondió con argumentos contundentes relativos a drogas, armas y comercio que no es con amenazas ni con aranceles como se resolverán los problemas.
Por supuesto, además de los mensajes públicos con que le responda a Trump, el gobierno mexicano podría ganarse algunos amigos entre los superricos y las grandes corporaciones que patrocinan a Trump, ya que algunas exportan desde México al mercado estadounidense; el problema es que no tendría ninguna dificultad en que la subida de aranceles fuera selectiva por ramas de actividad y productos, lo que podría, inclusive, favorecer a quienes lo auspician.
Finalmente, la humanidad entera padeceremos lo perjudicial que será la presidencia de Trump en el avance del cambio climático porque, contra toda evidencia empírica y científica, él dice no creer en que la causa sea el modelo industrial movido por hidrocarburos; a las trasnacionales de combustibles fósiles les solicitó aportes a su campaña a cambio de recortar regulaciones y de no favorecer la reconversión a fuentes de energía limpias. Volverá a sacar a EU de cualquiera de los intentos de afrontar internacionalmente concertada la mayor amenaza a la vida en la tierra.