Ya es tradición que la temporada electoral rumbo a la presidencia de la República en Estados Unidos comience con el caucus en Iowa e, inmediatamente después, en la primera primaria en New Hampshire.
Normalmente los candidatos en el periodo de primarias se esfuerzan en obtener buenos resultados en estos dos Estados, ya que esto podría catapultarlos a una arena nacional.
Los competidores de Trump en el Partido Repúblicano habían participado en una serie de debates en los que el expresidente estuvo ausente físicamente pero no espiritualmente, pues su figura fue constantemente evocada.
Aún sin haber participado en los debates, Trump obtuvo una mayoría abrumadora de delegados en el caucus de Iowa. Muy lejos, en segundo lugar, estuvo el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien, sin embargo, dio la sorpresa al rebasar a la exembajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley.
Aunque la competencia apenas empieza, la verdad es que Trump parece imbatible. No sólo se encuentra muy adelante de sus contrincantes en su partido, sino que, también, hoy por hoy, tiene una ligera ventaja sobre el presidente, Joseph Biden.
Todo esto ocurre, a pesar de que Trump ha sido sujeto a diversas acusaciones en su contra, siendo la más delicada de ellas su involucramiento en el asalto al Capitolio el 6 de enero del 2021.
Hoy dos estados de la Unión Americana, Colorado y Maine, han dictaminado que el expresidente no estaría constitucionalmente capacitado para competir por la presidencia de la República, debido a que sus actos en esa rebelión golpista son considerados insurrección. La cuestión, sin duda, será decida en la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos, donde el expresidente tiene importantes aliados.
Una victoria de Trump significaría, en términos políticos, un peligro para la democracia moderna más vieja del planeta. En términos económicos, significaría el regreso de políticas proteccionistas y de intentos por socavar el sistema económico liberal fundado en la competencia libre entre las naciones. Esto podría tener consecuencias negativas en el crecimiento económico mundial, que aún hoy se encuentra en crisis.
La incógnita es qué pasaría en la actividad económica al interior de Estados Unidos con una hipotética segunda presidencia de Trump. En su primer periodo, Trump llevó a cabo una política de reducción de impuestos a los sectores más acomodados, por consejo del presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan. Esta decisión iba en contra de lo que Trump había prometido a su electorado. Es posible que, en su segundo periodo, Trump no siga al pie de la letra las directivas de la doctrina libertaria y opte por una posición más moderada.
La mayor parte de los analistas serios consideran que el mayor riesgo para la seguridad mundial es el posible triunfo de Trump en noviembre. Esta evaluación es acertada, pues la gravitación del poder estadounidense en el orbe sigue siendo la más determinante.