Tras la victoria de Trump, tanto en el colegio electoral como en el voto popular, los análisis no tardaron en llegar. Expertos de diversos sectores comenzaron un escrutinio exhaustivo para entender las razones detrás de este resultado, señalando factores como la inflación, la migración y, de forma inesperada, las criptomonedas. Este último tema movilizó a miles de jóvenes, quienes vieron en Trump un aliado inesperado. En esta generación habituada a la tecnología y la innovación, las criptomonedas representan no solo una herramienta de empoderamiento, sino también un vehículo para cuestionar el statu quo. Al mostrar simpatía por estas nuevas formas de intercambio, algo que la campaña de Kamala Harris ignoró por completo, Trump logró conectar con este sector de votantes, muchos de ellos jóvenes que votaban por primera vez.
En el caso de la migración, se ha argumentado ampliamente que la retórica antiinmigrante de Trump fue determinante. Sin embargo, un análisis más profundo revela que su éxito en ciertos sectores, incluidos muchos votantes latinos, va más allá de sus discursos. En Texas, los republicanos lograron revertir años de pérdida del voto latino. Alcanzaron en esta elección un apoyo del 55%, frente al 44% obtenido por la vicepresidenta. Trump triunfó en 14 de los 18 condados ubicados a menos de 20 millas de la frontera, duplicando su desempeño en la región de mayoría mexicana en comparación con 2020. En el Valle del Río Bravo, una zona históricamente dominada por los demócratas, ganó en los cuatro condados, un cambio radical desde que, hace apenas ocho años, obtenía apenas el 29% del voto.
Un ejemplo emblemático es el condado de Starr, donde el 97% de la población es de origen mexicano. Allí, los republicanos triunfaron por primera vez desde 1896, un hito que evidencia que la preferencia no se basó únicamente en la retórica de Trump, sino en las realidades cotidianas que enfrentan estas comunidades: desafíos en infraestructura, servicios públicos y seguridad debido al flujo constante de migrantes.
La decisión del gobernador de Texas, Greg Abbott, de trasladar migrantes indocumentados a estados como Nueva York, Illinois y Nueva Jersey marcó un punto de inflexión. Durante años, los estados fronterizos habían cargado con la mayor parte de la presión migratoria, mientras otros estados permanecían al margen. Al enviar migrantes a ciudades distantes, Abbott buscó subrayar que la crisis migratoria no es exclusiva de los estados fronterizos, sino un problema nacional que requiere una solución compartida.
Esta medida, calificada por muchos como populista y antiinmigrante, expuso tensiones entre estados. En Nueva York, por ejemplo, la llegada de miles de migrantes puso a prueba la capacidad de la ciudad para brindar servicios y alojamiento. El alcalde Eric Adams expresó públicamente las dificultades financieras y logísticas que enfrenta la ciudad, lo que llevó incluso a algunos líderes demócratas a reconsiderar sus posturas sobre la inmigración indocumentada.
El proverbio mexicano “Que se haga la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre” resume una verdad evidente: es fácil abogar por políticas cuando sus consecuencias recaen en otros. Sin embargo, cuando los desafíos tocan de cerca, las perspectivas cambian. Más allá de la figura polarizadora de Trump, el impacto directo de la crisis migratoria y la falta de una solución nacional clara han modificado las prioridades de muchos votantes, incluyendo a latinos y jóvenes. Según el Pew Research Center, el 77% de los estadounidenses considera que la migración es un tema prioritario, un aumento significativo respecto a años anteriores. Además, encuestas recientes muestran que el 42% de los latinos en estados clave apoyan políticas migratorias más estrictas, un cambio que refleja las complejidades de una población que no puede ser encasillada en categorías simplistas.
Los resultados de esta elección no son solo un reflejo del carisma de un candidato o de su retórica, sino de una nación enfrentando desafíos sistémicos y buscando respuestas en un contexto de creciente polarización. ¿Será este un punto de inflexión para la política migratoria entre ambos países? Solo el tiempo lo dirá.