Uno de los mayores problemas de muchos intelectuales, profesores y articulistas reconocidos es su dificultad para aceptar los cambios de contexto. En mi libro ¿Y ahora pa’ dónde?, exploro varios ejemplos de cómo los supuestos indiscutibles de ‘los expertos’ han resultado erróneos. Durante años, escuchamos el mantra de que ‘los chinos mienten’. Se decía que las cifras de crecimiento de China estaban manipuladas y que su economía colapsaría tarde o temprano. Luego vino el Brexit: no hubo economista relevante ni centro de estudios que no predijera el desastre. Inglaterra, aseguraban, se aislaría en una especie de Edad Media económica; los bancos internacionales abandonarían Londres y la recesión hundiría la isla. Sin embargo, Inglaterra ha crecido más que Alemania y Francia. Otro ejemplo: si un estudiante en cualquier prestigiosa universidad hubiese osado sugerir que las tasas de interés podrían llegar a cero, su profesor de Economía lo habría disuadido de continuar la carrera. El tiempo demostró lo contrario: las tasas llegaron a cero y, en algunos países, incluso se volvieron negativas. Una vez más, los expertos estaban equivocados.
¿Por qué traigo todo esto a colación? Porque hoy se asegura con la misma certeza que los aranceles de Trump empeorarán la economía de Estados Unidos. Pero, ¿es realmente tan claro el impacto que tendrán?
En su artículo 'How Tariffs Can Help America', publicado en Foreign Affairs, Michael Pettis argumenta que, en las circunstancias actuales, los aranceles pueden beneficiar a la economía estadounidense. Contrario a la opinión económica convencional, que asocia los aranceles con efectos negativos como la inflación y la reducción del empleo, Pettis sostiene que estas medidas pueden corregir desequilibrios comerciales y fortalecer a la industria nacional.
En la década de 1930, Estados Unidos enfrentaba una sobreproducción significativa. La economía producía más bienes de los que su mercado interno consumía. Cuando se implementaron aranceles de la Ley Hawley-Smoot, el resultado fue una reducción de las exportaciones debido a represalias extranjeras. Esto agravó la depresión al profundizar la crisis de sobreproducción: muchas empresas quebraron, el empleo cayó drásticamente y la crisis se exacerbó.
Hoy, según Pettis, el escenario es completamente diferente. EU no enfrenta un problema de exceso de producción, sino de exceso de demanda interna combinado con déficits comerciales estructurales. Este desequilibrio refleja, en parte, la pérdida de capacidad manufacturera interna tras décadas de desindustrialización y políticas comerciales que priorizaron bienes baratos sobre la sostenibilidad industrial.
Pettis destaca que países como China han utilizado políticas industriales y subsidios para fortalecer sus sectores manufactureros, a menudo a expensas de los consumidores y trabajadores estadounidenses. Implementar aranceles estratégicos permitiría a Estados Unidos contrarrestar estas prácticas, promoviendo una competencia más equitativa.
Bajo estas condiciones, los aranceles pueden desempeñar un papel correctivo. En lugar de exacerbar un exceso de oferta, como en los años 30, hoy podrían incentivar el desarrollo de la capacidad manufacturera interna y reducir la dependencia de las importaciones. Esto no solo ayudaría a equilibrar la balanza comercial, sino también a fortalecer sectores productivos clave, generando empleos mejor remunerados y fomentando una economía más resiliente.
La conclusión de Pettis es clara: las políticas económicas, como los aranceles, deben evaluarse en función de las condiciones específicas de cada momento histórico. Lo que fue perjudicial en un contexto de sobreproducción en 1930 podría ser beneficioso hoy para EU.
Aunque esto podría ser negativo para México, la realidad es que la profunda interdependencia económica entre ambos países asegura que el éxito de EU también podría beneficiar a México. Si la economía estadounidense se mantiene fuerte, los norteamericanos seguirán consumiendo productos mexicanos, y esto, junto con mayores inversiones en sectores clave, impactará positivamente en el turismo, el comercio y el consumo. Sin embargo, los principales retos de México no vienen de fuera, sino de problemas internos como la crisis de seguridad, el estancamiento económico y la falta de condiciones para emprender, que afectan la migración, el bienestar social y el crecimiento del país. Debemos enfrentar esa realidad y ser consecuentes.