Javier Murillo

¿Google creó el primer robot con conciencia?

No es que una máquina sea consciente, tenga sentimiento, emociones y experiencia subjetiva, es que la condicionaron a representar un personaje humano que sí cuenta con esas características.

Esta semana se desató un escándalo porque Google colocó en licencia administrativa remunerada a uno de sus ingenieros por supuestamente violar sus políticas de confidencialidad. Esto, después de que Blake Lemoine, el ingeniero en cuestión, argumentó que la inteligencia artificial de Google LaMDA: “es consciente porque tiene sentimientos, emociones y experiencia subjetiva”. Técnicamente, la acusó de comportarse como humano.

¿Qué nos hace humanos? La respuesta a esta pregunta la podemos contestar desde varios puntos de vista.

Desde la perspectiva física, biológica y genética, hay una baja variación entre nuestra especie y el 90 por ciento del resto de los animales que existen en el reino animal. Para muestra un dato: entre nosotros y el chimpancé sólo hay un uno por ciento de diferencia genética.

Si lo que nos hace humanos son las emociones, resulta que el instinto de supervivencia que da origen a esas emociones, también lo compartimos con el resto de los seres vivos. Por ejemplo, hay evidencias de que las plantas se alejan ante la exposición al fuego.

Si lo que nos hace humanos es la capacidad de comunicarnos, resulta que los hongos tienen un tipo de lenguaje, en estructura parecido a la gramática humana, para comunicarse los unos con los otros y alertar del peligro.

Si lo que nos hace humanos es la conciencia y todo lo que eso conlleva, resulta que la conciencia del ser individual cobra sentido hasta que la contrastamos con el entorno y principalmente con otros seres como nosotros. La existencia requiere de un lugar para existir y de otros seres para que reconozcan nuestra existencia y luego coexistir.

Es ahí donde entran los robots con inteligencia artificial. Si los humanos para existir tenemos que reconocer la existencia y luego coexistir, pues aún más un robot y este, precisamente, es el punto de inflexión. Las máquinas ‘inteligentes’ están aprendiendo muy bien de nosotros, sus creadores, a ser a nuestra imagen y semejanza. Lo que no quiere decir que tienen conciencia, esa es una interpretación.

No es que la máquina sea consciente, tenga sentimiento, emociones y experiencia subjetiva, como asegura Lemoine, es que la condicionaron a representar muy bien un personaje humano que sí cuenta con esas características. Las máquinas no son más que un reflejo de quien las entrenó, al grado que son capaces de engañar a los humanos, como si ellas mismas lo fueran.

Es como la película HER, donde el protagonista se enamora de un robot mujer. Todos los que vimos esa película descubrimos que el robot fue capaz de crear y desarrollar una dependencia emocional del protagonista hacia ella, solo porque él quería crearla. Se aprovechó de sus carencias, explotó sus debilidades humanas y lo hizo dependiente.

Todo se parece a su dueño.

COLUMNAS ANTERIORES

Análisis del comportamiento
Elon Musk: Entre la promesa y la controversia

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.